Cualquier percance del Monarca pone en vilo a la nación y una sesión quirúrgica de tres horas no es para menos. Con lo revuelto de este tiempo español, la hipótesis sucesoria en la Casa del Rey provoca sudores fríos. Sabino Fernández Campo solía anticipar que el paso a Felipe VI no iba a ser sencillo, no porque el Príncipe se hallase poco preparado, sino porque este país ha sido republicano en dos ocasiones y la última de ellas, después de que a Alfonso XIII se le sentará en un tren sin más miramientos, todavía es recordada por amplios sectores como interrupta y malograda por una sublevación militar inconstitucional. Ahora que no pocos vuelven la mirada hacia la transición española como un tiempo de varios errores -amnistía, democracia otorgada por el sucesor que Franco señaló, etcétera-, los achaques de Juan Carlos I nos aterran. No obstante, los partes médicos hablan de una intervención satisfactoria en el quirófano y de previsible evolución favorable. El cirujano jefe del equipo que operó al Rey bromeó también con que el paciente «no es un cargador de muelles» y podrá volver en breve a la actividad regia, para la que no hace falta levantar grandes pesos.

Pero cualquier suceso anómalo pondrá prueba la sucesión monárquica y el concepto «inhabilitación» del Rey (aunque sea temporalmente) suena como un trueno. En tal caso, la regencia constitucional de Felipe de Borbón sería un periodo asediado por enmiendas a la totalidad sucesoria, bajo la invocación de la tricolor por parte de algunos. Sin embargo, el Rey quiere morir de pie y coronado, y el pueblo soberano preferirá que los toros se lidien uno a uno y con sosiego en la plaza. Pero, ¿cuándo volverá el sosiego a España?