La belleza estresa a los hombres, dice el periódico. Lo que nos faltaba. Nadie dice nada de los semáforos, de las agonías de un sábado finiliguero, de la declaración de la renta, del zumbido del ventilador del ordenador, del barullo de las primeras comuniones en la terraza de un restaurante. No; la belleza es culpable. Está siendo estudiado por investigadores de Valencia y Groningen. Eso además: Valencia y Groningen. ¿Y cómo sabe uno si los investigadores de Valencia y Groningen están de acuerdo en su canon de belleza? Yo he estado en Valencia y en Groningen; lo pasé mejor en Groningen, dejando de lado su temprana oscuridad invernal que, quizá, también estresa. Olía, como las ciudades holandesas, a especias y a tabaco de liar. Hasta vi un partido del FC Groningen, rodeado de tipos con vasos de plástico llenos de cerveza. Ganamos uno cero al visitante. Digo ganamos porque si estás a gusto en la ciudad te solidarizas con sus causas. Holanda es fútbol y cerveza, me dijo una moza en Groningen. Bueno, pues se acabó la paz. Ahora la belleza está bajo sospecha. Y claro, te obsesionas: es lo que tiene el periódico. Y empiezas a relacionar las cosas. Y una vez perdida la inocencia porque sabes que la belleza estresa, ya lees con otros ojos que Berlusconi tiene a punto su divorcio. Está claro como el agua del Tíber: Berlusconi se estresó. Vio belleza, sufrió trastornos que los investigadores de Valencia y Groningen tienen bajo estudio y ahora pelea con su segunda esposa por un quítame allá esa mansión lombarda de 78,15 millones de euros. ¿Qué pasa si un gobernante gestiona mal su propio divorcio? ¿Podría ser mala señal? ¿Tendrían los ciudadanos derecho a preguntarse cómo pueden confiar en alguien que no sabe negociar con su propia esposa o ex esposa? Un divorcio es un test político. Seguro que eso también estresa. Cuando soy buena soy muy buena; cuando soy mala soy mejor, decía Mae West, que era de Brooklyn, donde quizá los investigadores del estrés están pensando en otras cosas. Bueno, pues ésa es la cuestión. La belleza es mala porque es mejor.

En la misma página, lees que Colombia celebra el «Día mundial de la marihuana». El porro «king size» que se está fumando el tío que sale en la foto ya es otro asunto; lo cierto es que el hombre no parece ni medio estresado. La conclusión es obvia: o este rapaz pasa de la belleza tal como la entienden en Valencia y en el norte de Holanda o es que con el colocón que, según la foto, está en trance de adquirir, le basta y le sobra. Una especie de beatus ille con máster en botánica. ¿Mundo de locos? No: de discrepantes.