En el consejo de administración de Arcelor-Mittal, el magnate indio ha despachado a todos los españoles y a todos los sindicalistas. Ambas circunstancias eran comunes a varios de ellos, pero las separamos por el motivo que ahora indicamos. Por otra parte, decir hoy «sindicalista español» no significa un calificativo desmesurado: los sindicalistas belgas o los franceses son mucho más feroces.

En cualquier caso, Lakshmi Mittal ha dejado su consejo siderúrgico reducido a la mitad, lo cual también supone un ahorro de caudales, así que el hindú desarrolla más su sentido ahorrativo en tiempos en los que, pese a la crisis, el negocio del acero no ha dado excesivas pérdidas al magnate.

Si entendemos esta reducción del consejo de Arcelor-Mittal como una estrategia de fondo, obtendremos el diagnóstico de su voluntad: producir con beneficios, pero con el menor gasto en recursos. Esto se puede trasladar a la factoría gijonesa de Veriña donde el tira y afloja periódico entre sindicatos y empresa consiste en que la parte de los trabajadores intuye que sobra gente o que las inversiones se congelarán mientras la producción siga siendo aproximadamente la misma.

Pero vayamos al factor español eliminado del consejo, en el que, sin embargo, permanecen al menos dos luxemburgueses: Jeannot Krecké, ministro de Economía y Comercio Exterior de Luxemburgo, y el príncipe Guillermo, del mismo país. Cuando el Gobierno del PP privatizó al completo la Aceralia española de entonces, se la entregó en parte y sin recato a un nuevo conglomerado industrial en el que ni Francia ni Luxemburgo perdían un cierto control sobre la siderúrgica. Pero España fue más papista que el Papa y vino a decir que a la hora de liberalizar nadie lo hacía como ella. En cambio, otras naciones europeas no retiran el ojo ni la mano de ciertos sectores de los llamados estratégicos. Y los vestigios españoles, aunque fueran sindicales, desaparecen ahora del todo. Algunos lo festejan; otros nos preocupamos.