Después de esta semana convulsa, horrorosa, tengo que relajarme. Todos necesitamos hacerlo. Así que nada mejor que salir con los amigos a tomar unos culinos pasando un rato agradable. Tener amigos no es tan sencillo. Y tenerlos como yo, mucho menos. Nosotros, mis amigos y yo, algunos desde hace ya treinta y siete años, somos la viva imagen de que la convivencia es posible, que la tolerancia debe ejercerse y no quedarse en una mera intención. Prácticamente ninguno tiene mis ideas, en muchos aspectos. Reñimos, discutimos y nos queremos. Nunca me han fallado, y siempre he tenido un hombro o una mano en la que apoyarme cuando la he necesitado. Es un núcleo pequeño que aparqué durante la crianza de mis hijos, lo que hace que durante su infancia yo me haya mantenido alejada. Pero nunca nos hemos perdido de vista. Ahora los he recuperado, hace ya unos cuantos años. Y aunque proteste, porque quiero ir a otros sitios, porque me canso de hacer lo mismo, el padre de mis hijos me ha obligado a salir con ellos, literalmente, en momentos bajos. Luego con ellos, y en segundos, ya estaba partiéndome de risa con las ocurrencias de cualquiera; o contándoles mis penas, que afortunadamente son pocas pero que de vez en cuando necesito descargar.

A los iniciales se han ido uniendo sus parejas, y amigos de sus amigos, incluso gente de allende los mares: una pareja que nos acompaña desde hace muchos años y que viene desde la Argentina cada poco, primos de uno de ellos, que se acaban de ir y a los que todos tratamos de hacer pasar lo mejor posible porque él, que es asturiano, y ella como si lo fuera, ejercen como tales. Van a ver al Sporting, lloran de emoción, y son aún, a pesar de que su vida esté allí, emigrantes que vuelven cada poco a su tierra, a su Asturias del alma, en donde los esperamos siempre, con la sidra, el fútbol y los cánticos, las comidas interminables y todo el cariño del mundo.

Siguen todo lo que sucede en España, que es, al fin y al cabo, la tierra de él, un hombre inteligente, educado, amable y muy tierno, absolutamente familiar, que es lo que más me llama la atención. Ella es una mujer elegante que tras una apariencia frágil encierra una fortaleza y unas convicciones y valores tan arraigados que han hecho que supere situaciones muy difíciles. Por eso hoy, en esta semana de crisis y ansiedad, que ellos seguro han seguido con interés; en estos días en los que me siento tan desencantada, tan terriblemente frustrada por los ancianos, los dependientes, por toda esa gente que lo va a pasar aún peor, me relajo pensando en todos mis amigos, sabiendo que allá esperan este artículo de su España del alma, de su Gijón, y me consuela saber que algo como la amistad, que no es material, nunca podrán arrebatármelo los gobernantes, ni meterle un tijeretazo, ni romperme la ilusión. Eso me sosiega. La paz, la tranquilidad de unos amigos que lo serán para toda la vida, es la alegría de esta semana.