Asistí la semana pasada a la junta general de Duro Felguera y me pareció, para estos tiempos que vivimos, como una bocanada de aire fresco y optimismo. Las cifras crecientes de contratación, cartera de pedidos, beneficios, capacidad de exportación y creación de empleo dejan claro el proceso de idea empresarial y buena gestión de este grupo asturiano. Conclusión: no todo va mal en nuestro país.

Hay que decir que no es un caso aislado, porque, si echamos una ojeada a diversos sectores de actividad en España, nos encontramos con algunas entidades producto de la excelencia que son líderes mundiales y europeos en su sector (Banco Santander, Telefónica, Inditex, AVE, Iberdrola Renovables, etcétera). No solamente tenemos en nuestro país empresas triunfadoras, sino que además somos campeones del mundo y de Europa en varios deportes (baloncesto, balonmano, waterpolo, voleibol, fútbol, copa Davis y algunos más) y tenemos deportistas de primera fila en motos, Fórmula 1, NBA All Star, ciclismo y tenis.

Estos éxitos empresariales y deportivos son producto de la calidad de las personas, de su esfuerzo, constancia y capacidad de sacrificio. Entonces ¿qué es lo que falla en España para que nos veamos inmersos en esta cuesta abajo que nos está colocando como uno de los países peores de Europa? Pues sí, queridos lectores, ustedes lo han adivinado..., los que fallan son los políticos. La mayoría de estos ojalateros (sin hache) del montón, que no llegarían a despuntar en ninguna actividad privada, son los que nos están llevando a los españoles a un empobrecimiento sin precedentes. Nuestros políticos son mediocres, sin altura de miras, sin el concepto de Estado en la cabeza, envueltos en ademanes de falso liderazgo que se han incrustado en la vida pública, convirtiendo esa noble actividad en una profesión generadora de ingresos y rentas, evidentemente, a cargo del presupuesto nacional, que se nutre de los impuestos de todos los ciudadanos.

La prueba de la incapacidad de los líderes (?) de los dos principales partidos la tuvimos en la reunión que celebraron la semana pasada con el propósito de parar la creciente desconfianza de los mercados en la economía española. Hacía año y medio que no se reunían y después de tres horas que duró el encuentro se limitaron a llegar a dos acuerdos: respaldar el plan de rescate de Grecia (en cuya confección ninguno de los dos ha participado) y acelerar el proceso de fusión de cajas de ahorros. Eso fue todo.

Las otras reformas urgentes, imprescindibles y necesarias no las tocaron. Ni el recorte drástico que necesita el sector público y funcionarial (que llega tardío e insuficiente), ni la urgencia de la reforma laboral (que sigue parada esperando un acuerdo de las fuerzas sociales), ni el consenso sobre la enseñanza, ni la reforma fiscal pendiente, ni la de las pensiones, ni tampoco la de la justicia. Es más, pareciera que, por la disputa de un puñado de votos, a estos políticos no les importa demasiado que España esté entrando en una situación altamente complicada, como demuestran las dramáticas cifras del paro. Creo que todos ellos se merecen perder las próximas elecciones.