Saben aquel, que llaman por teléfono el primer ministro chino y el presidente de EE UU al presidente español y le dicen: deja de decir que estás en la Champions League económica y haz un ajuste drástico del gasto o atente a las consecuencias? No, no es un chiste del malogrado humorista Eugenio, sino las últimas presiones recibidas por Zapatero antes de anunciar el plan de austeridad del pasado 12 de mayo.

¡Cómo estarían las cosas para que los principales dirigentes mundiales llamaran a un señor que, al principio, había negado la crisis y que, una semana antes del recorte, afirmaba: «ajuste sí, drástico no»! Y es que, después de los ataques especulativos y tras la aprobación del fondo de 750.000 millones de euros, todos temían un varapalo de los mercados a España que acabara de hundir al euro.

Una consecuencia y una duda se extraen de lo sucedido el día 12. La consecuencia: España está intervenida por Europa (en realidad, Alemania y Francia), por lo que Zapatero aplicará lo que le manden (y esto es el principio: pronto habrá subidas impositivas). La razón: ya no se trata de salir de la crisis, sino de «salvar el euro». Por ello se prioriza el ajuste por encima del crecimiento.

La duda: dado nuestro carácter pícaro, habrá que verificar si se aplican los recortes (es decir, si se rebajan las nóminas públicas? pero se compensan con complementos, etc.). En especial, en comunidades y ayuntamientos (¿o habrá que llamar a Esperanza Aguirre y a José Montilla para que los mercados no ataquen?).

Al final, como predijo Leire Pajín, ha sido «histórico para el planeta» que coincidieran Obama y Zapatero (¡y Wen Jiabao!). El problema es que, en la mayoría de esos chistes, acabas riendo de la posición ridícula del español. Y, lo del día 12, no tuvo gracia.