También a mí me apetece (como gijonés, asturcón, cantábrico, español y europeo) hablar de las elecciones en el Reino Unido, de la derrota de un laborismo agonizante y del triunfo (discutible) de un conservadurismo sin aquella «Dama de Hierro» que fue Margaret Thatcher.

La verdad es que apenas quedan en Europa gobernantes socialdemócratas, salvo en Grecia, Austria, Bulgaria, Hungría, Eslovaquia y Eslovenia. De los gobiernos ibéricos no me atrevo a hacer una definición, pues me temo que no sean ni carne ni pescado. Cuando tanto españoles como portugueses tienen que hacer política claramente izquierdista, les sale de derechas y viceversa.

Prueba de ello es que todavía andan a vueltas con la milonga esa de la crisis. Por ello no han dado caña a los bolsistas, a los banqueros ni a los especuladores.

Un observador foráneo no creería en nuestra crisis si viera durante todo el San Isidro el lleno a aforo completo de la plaza de toros madrileña, la frivolidad de las «mareonas» futbolísticas, el Circo de la Fórmula 1, de la Liga, de la Copa, de la Champion y de la carnaza televisiva que se echa al pueblo.

El neoliberalismo ha fracasado, pero casi todos los políticos europeos funcionan como neoliberalistas. Los socialistas franceses no hacen pie, los italianos y los alemanes no se comen una rosca y a griegos, hispanos y lusos ni se les nota.

La Unión Europea es un manantial que no cesa de enchufar burócratas y, como ya éramos pocos, se está admitiendo a los países del Este y pronto a los turcos. Y entre todos nos van a joder el euro, que (el pobre) ya está tambaleándose.