España es el segundo acto de la tragedia griega. Zapatero interpreta con soltura al héroe que cae sobre su espada, después de atender a las exhortaciones ominosas de los dioses olímpicos. En resumen, una película de terror barata, donde la mayor hazaña del líder socialista será conseguir que los ciudadanos impacientes voten a Rajoy. Para redondear este prodigio, precisa del concurso del presidente estadounidense. Obama te baja el sueldo, pero no te lo tomes como algo personal. Te acompañarán millones de españoles, con la sola excepción de los profesionales a quienes tú te encargas de pagar, del dentista al banquero.

No te preguntes qué puede hacer Obama por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por Obama. Creíamos que la alusión kennedyana era retórica, pero se está cumpliendo a rajatabla. El incorregible optimismo del ser humano español lo mantiene, desde hace una semana, barajando qué mensaje le impuso el presidente norteamericano a Zapatero, para justificar su discurso de prejubilación a punta de pistola. Como en los cuentos de Poe, hay que invertir la evidencia. Tal vez no hubo instrucciones, sino prohibiciones. De ahí que se haya esfumado cualquier mención a las grandes fortunas, las sicav, el casino bursátil, los especuladores, los paraísos fiscales, los depredadores con dinero negro o los bancos, por citarlos en orden creciente de peligrosidad.

Hemos saltado sin transición de «España no es Grecia» a «Grecia es una broma comparada con España». Habrá que confesar alguna disfunción puntual en los países mediterráneos -Italia cuadruplica a Alemania en pensiones de invalidez-, pero Obama aspira a que nos contagiemos de la laboriosidad china para que Estados Unidos pueda seguir dilapidando, visto su éxito con los chinos originales. Los entusiastas de las memorias históricas pueden incluir el Estado de bienestar entre sus unicornios irrecuperables, mientras los ciudadanos no ociosos se entrenan para la economía de subsistencia. Por si acaso, empieza a calcular el recorte de tu salario en pesetas.