Yo no nací funcionario, la comadrona no les dijo a mis padres: «Enhorabuena, han tenido ustedes un funcionario». Estudié sin perder curso hasta Preu y, luego, cinco años de carrera. Gané unas oposiciones, no me las regaló el tribunal, y fui destinado a donde Cristo dio las tres voces o más. Viví de patrona, de pensión, de realquilado. Me presenté y gané de nuevo otras oposiciones a puro huevo. Nadie me subvencionó mis estudios, que fui pagándome con clases particulares en que enseñaba desde a leer y a escribir hasta a superar un examen a brigada de un sargento del Ejército. Latín, francés, repartos proporcionales... qué sé yo las horas que echaba currando. Me ayudaba también con artículos innumerables en los periódicos o de «negro», de «escritor fantasma» de ciertos libros. Incluso, durante la mili en la Armada, me procuré unas pesetas traduciendo un libro rojísimo ante la mirada muy suspicaz de un teniente de navío al que yo trataba de convencer de que aquello que escribía eran poemas líricos. No, no nací funcionario del Estado por la Gracia de Dios.

No especulé jamás, no jugué nunca en Bolsa, no compré pisos y chalés y terrenos, no invertí en fondos de riesgo ni en fondos de certeza, no defraudé millones a Hacienda. Ningún banco repartió conmigo beneficios, ningún constructor me regaló un apartamento, ninguna fundación me becó para mangarla... si me dan un premio, me quitan por la mano el 19% de su importe. Soy, pues, un currante de a pie al que ahora piden un «esfuerzo colectivo, equitativo y justificado», un currante al que le anuncian una subida del 0,3% hace nada y ahora le quitan el 5% de su sueldo, de momento. Lo hacen porque el Poder que causó la crisis así lo decide. «Hay que calmar a los banqueros», dictó el gran Obama a Zapatero; hay que obedecer a la UE, al FMI, a los bancos, es decir, al mercado financiero, a los Díaz Ferrán y a los empresarios a quienes tan bien les parece este tortazo al bolsillo de los funcionarios. El PP, a la espera y a la que nos espera cuando gane. Pero ni reforma fiscal para que los ricos paguen lo suyo, ni persecución severa del fraude, ni palo al tributo del 1% de las sicav, ni leña a las jubilaciones multimillonarias en esa banca a la que ayudamos en sus apuros.

Yo voy a ahorrar los 400 euros anuales que me llevaba un periódico de este país que ha cerrado filas contra los funcionarios. «Los trabajadores del sector público no habían sufrido hasta el momento el peso de la crisis», dice en un editorial surrealista, extraterrestre. Y, además, lanza una admonición: «Los agentes sociales, en especial los sindicatos, no deberían enturbiar el ajuste con suspensión de negociaciones, huelgas y protestas». Esfuerzo de todos: vale. Pero de todos, todos, y mucho más de quienes han provocado esta catástrofe. Porque si encima de ser los funcionarios las putas sobre quienes recae el mazazo del ajuste debemos poner la cama de la aceptación y, desde luego, adoptar la postura más placentera para el Poder, van listos los muy sinvergüenzas.