El Partido Popular se ha empeñado en que lo de Camps, los trajes de Milano y los regalos no sean lo que parece. El propio presidente de la Generalidad de Valencia se declara «más feliz», se supone que nunca, mientras los magistrados encargados de juzgarle sostienen que existen indicios de cohecho en su actuación y las del resto de los cargos públicos que recibieron regalos de Orange Market. Pero como ya se habrá dado cuenta más de uno, esa risa floja que le ha entrado de repente a «Juan sin miedo», como si a él estos asuntos le resbalaran, no pasa de la fachada: es simplemente una manera de ocultar que de Rajoy al último se están rilando.

El primero que se rila es el propio Mariano, a quien ni siquiera los «Arriolas» del partido, guiados por las encuestas, son capaces de convencerle del todo de que, en vista de la debacle económica, la corrupción no pasará factura electoral. Así todo o precisamente por esa descomposición que sufre, el presidente del PP permanece inerte. Hay quienes dicen que esa actitud tan suya a la hora de afrontar los hechos que afectan a la organización política que lidera o de subirse a un helicóptero la metaboliza el propio Rajoy desde el pasotismo. En resumen: las cosas acaban solucionándose por sí mismas y a las que no tienen solución resulta inútil hacerles frente.

El caso es que en esta fiesta de la simulación del PP hasta El Bigotes se ha empeñado en dejar de serlo. Ahora, es El Barbas. O El Barbitas, que diría Juan sin miedo. «Esto no es lo que parece», insisten en mantener en el Partido Popular de Rajoy al último. Como aquel marido al que su esposa pilla en la cama con la amante y mantiene sus reflejos lingüísticos cuando ella asustada por lo que está viendo le dice:

-Estoy sorprendida, ¿qué haces con esa mujer en la cama?

Y él responde:

-No, querida. El sorprendido soy yo. Tú lo que estás es asombrada.

Aquí, la estrategia de Rajoy no deja de asombrarnos, pero ya no nos sorprende.