La información se produce con cuentagotas, es contradictoria y depende de qué miembro del Gobierno la pone en circulación; los sindicatos son convocados por el Ejecutivo, pero los remiten a los periódicos para conocer los detalles de la política de José Luis Rodríguez Zapatero: el Presidente aparece noqueado por unos acontecimientos que parece que no termina de conocer. Ha salido de un papel en Alicia en el País de las Maravillas y se ha introducido en la realidad mediante un electroshock administrado desde Europa, Estados Unidos y Japón.

Ahora nos dicen que no toca subir los impuestos a las rentas más altas porque, a lo que parece, las primeras cuentas salen con la sangría directa a jubilados, pensionistas y funcionarios. El liberalismo que se ha instalado en la Moncloa de la mano de Elena Salgado, Miguel Sebastián y los ministros menos comprometidos con el ideario -si es que sigue existiendo- del PSOE; para este sector del Gobierno es mucho más fácil manejar el «Boletín Oficial del Estado» para recortar a quienes dependen del Estado que hurgar en los grandes beneficios de la banca y sus ejecutivos. No me quito de la cabeza las pensiones de cincuenta millones de euros de los altos empleados del BBVA y del Santander. Esta obscenidad no quiere ser contemplada por nadie en el Gobierno.

El caso es que los globo sonda están todo el día ascendiendo. Ahora se insinúa que habrá más subidas de impuestos, pero no a las grandes fortunas. Pero lo más preocupante es que a lo que parece todo esto, más la reforma laboral, no será suficiente para solucionar el problema de nuestro déficit y nuestra credibilidad.

Ésta es una historia de reyes magos: hasta ahora creíamos que nos traían el regalo del Estado del bienestar y de repente nos hemos despertado de un sueño.

Como ciudadanos sujetos de derechos, los tenemos a que se nos diga exactamente cuál es la radiografía de la tragedia. José Luis Rodríguez Zapatero carece de credibilidad porque es hijo de la maldición de su propio optimismo irresponsable. Pero si va a seguir siendo presidente del Gobierno, tiene la obligación de hablar de una vez por todas muy claro diciéndonos exactamente cuál es el alcance de un problema que nos va a dejar congelados en el tiempo.