Pudiera ocurrir que los sindicatos rompieran con Zapatero. No es preciso tener mucha (y buena) memoria para recordar cómo la Unión General de Trabajadores se enfrentaba a Felipe González cuando éste presidía el Gobierno.

Si eso ocurriera, Rajoy aprovecharía para salir en defensa (para ganar sus votos) de trabajadores, funcionarios y pensionistas.

Pero la patronal se enfadaría con Rajoy en lugar de enfadarse con el presidente de CEOE (el de la agencia de viajes, etcétera). La patronal, los bancos, las cajas y quienes cortan el bacalao están encantados con que Zapatero haya recortado lo que recortó.

Es evidente que vivimos en el reino de las paradojas (también llamadas parajodas). La derecha apoya a los trabajadores, los jubiletas y a los menos afortunados, y la oligarquía anima al gobernante (presuntamente socialdemócrata) a que cargue la suerte, como se dice en el argot taurino.

¿Le interesa a Rajoy defraudar a bancos y banqueros, cajas y cajeros, empresarios y tenderos?

¿Conviene a Zapatero distanciarse de la clase trabajadora, del funcionariado y de los pensionistas de la tercera edad?

Harto estoy de oír que un hombre vale un voto. ¿Tiene el mismo valor el voto de don Emilio Botín que el de este menda?

Mucho me temo que no.