La última intervención del president Montilla en el Senado, en su respetable lengua catalana de adopción, ha refrescado el debate de si estamos para que la Cámara de los padres de la patria pague 7.000 u 8.000 euros cada día que se proceda a la traducción simultánea de todas las lenguas oficiales de España.

Esa cantidad es verdaderamente el chocolate del loro, pero el problema es que hay demasiados loros, infinidad, de modo que si se juntan las minúsculas raciones de todos ellos saldría una tableta de chocolate de tamaño bien respetable.

Por tanto, hay demasiados loros hablando y cada cual demanda traducción simultánea. Pero no es esto lo más grave, sino que de las lenguas particulares se pasa a los hechos diferenciales -que ya son un poco más caros de mantener según los nuevos estatutos-, y de ahí a que cada gobiernín autonómico disfrace de singularidades su acotación de parcelas de poder político. Por ejemplo, crear una nueva estructura autonómica diferenciadora es siempre una oportunidad magnífica para disponer de algún puestín en el que colocar a leales de confianza.

Pueden ser estructuras interiores o exteriores, como todas esas embajadas y representaciones internacionales en todos los ámbitos que desea crear la Generalitat de Cataluña. A nuestra escala, acabamos de saber que las oficinas del Principado en Bruselas y Madrid nos cuestan un millón de euros al año. Como se ve, ese loro nuestro ya come una ración de chocolate bien gruesa. Además, con el afán similar de poner una pica en Flandes, ha sucedido que la Presidencia del Principado tienen su sede en Oviedo, pero, a tan sólo 28 kilómetros, disfruta de otra en Gijón, en la Universidad Laboral José Antonio Girón de Velasco.

Sumando, sumando, todo esto nos sale carísimo, pero no vamos ahora a impugnar el Estado de las autonomías, aunque sí las tonterías de las autonomías.