Resulta tragicómico comprobar cómo un hombre que ha tardado tanto en reconocer la difícil situación del país que gobierna intenta ahora hacer lo contrario de lo que predicó todo este tiempo con la excusa de que él no ha cambiado, sino las circunstancias. Las circunstancias son de lo peor, es decir, llevan siéndolo hace mucho tiempo; de hecho, otros estadistas europeos empezaron antes a aplicarse el cuento mientras José Luis Rodríguez Zapatero seguía insistiendo en que aquí no eran necesarias medidas especiales. Ahora, Zapatero dice que él sigue siendo el mismo, lo que pasa, añade, es que todo lo que hay alrededor, la economía incluida, se han empeñado en ser otra cosa distinta. Son ganas de fastidiar.

Por eso, porque él sigue siendo el que era y las circunstancias aprietan, el Presidente, antes ZP, en estos momentos Zapatero, pero siempre un hombre al que el cargo le queda demasiado grande, ha decidido congelar las pensiones, subir los impuestos a los de siempre y dejar que los que más tienen sigan sin pagar por ello, para que no se produzca una fuga de capitales. Pero, ojo, el Presidente no ha cambiado, sigue siendo, según él se empeña en transmitir, un tío majete comprometido con el socialismo, otra cosa son las circunstancias.

No se le puede negar a este iluminado y desastroso gobernante un singular sentido de la anticipación para escurrir el bulto. «No soy yo, son las circunstancias las que ha cambiado», dice. Lo difícil ante unas declaraciones como las de Elche es elegir si reír o llorar. Probablemente lo último, porque parte de la culpa de la situación en la que estamos y del bandazo que ha tenido que dar es de su disparatada e irresponsable política de gastos inútiles o partidistas. Lo prueba el hecho de que el tijeretazo lo haya aplicado nuevamente de manera sectaria y que los damnificados por sus errores vuelvan a ser los pensionistas y las clases medias, y se salve su entramado clientelista en las administraciones.

Un hombre es él y su circunstancia, pero en el caso de Zapatero con mayor motivo.