El presidente Zapatero cerró sin aviso previo y de cuajo el grifo del crédito a los ayuntamientos y el pánico se extendió por las municipalidades españolas. A continuación, algunos alcaldes le presionaron tanto como Merkel u Obama, pero a la inversa, y modificó el decreto de recorte. Ya no sabemos a qué atenernos con Zapatero, que es un desastre, pero la que se puso como una fiera fue la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, que llamó de todo al Presidente: «Incompetente, ignorante, inmoral político y miserable».

La verdad es que cuando la derecha se pone así de frenética también mete miedo. De hecho, cuando se sale de sus casillas, profiere gritos incluso anarquistas: «Primero, que se vaya Zapatero, y luego pagaremos», aseguró la regidora del Turia.

Por otro lado, Barberá advirtió de que los ayuntamientos o los pensionistas no deben «pagar el pato» del déficit público estatal.

Alto ahí. Que no mezcle esta señora a los pensionistas con las municipalidades, porque estas últimas no son precisamente almas cándidas, o almas de cántaro.

Es condición humana vivir de la paga y del crédito, y lo mismo sucede con un Ayuntamiento, aunque a éstos, en cuanto tienen cierta dimensión, se les va la mano alegremente. Repasemos algunos despilfarros gijoneses: subvención total a fachadas de lujo en el Muro; derribar edificios con 15 años de antigüedad para hacer otro (Albergue Covadonga); rehacer varias veces el paseo de Begoña; remozar el teatro Jovellanos a los tres lustros de su reforma integral, etcétera. Capítulo aparte merece la estación provisional de trenes, un gasto enorme e innecesario en el peor momento.

Pero hay más: esta ciudad es insostenible económicamente con un mini ayuntamiento en cada barrio; con piscinas climatizadas por todas partes (que tendrán que cerrar en verano), con un Acuario y un Jardín Botánico pagados con la chequera municipal, con espectáculos públicos o autobuses urbanos deficitarios, y otro largo etcétera.

En fin, que ponen cara de angelitos, pero ojalá a Zapatero, que es una víctima del teléfono, no le hubiera temblado el pulso.