El Real Madrid está a punto de contratar, si no lo ha hecho ya, al entrenador más mediático del fútbol mundial, el portugués José Mourinho, y las mareantes cifras del blindaje «súper galáctico» atragantan a cualquiera: cuarenta millones de euros por las cuatro temporadas que podría vincularse a la castellana «Casa Blanca». Al otro lado del llamado puente aéreo, en la Ciudad Condal, los pudientes aficionados al mundo de los toros parecen -algunos, que no todos- dispuestos a desembolsar unos mil eurillos de nada por una entrada en la reventa para ver in situ la reaparición del diestro José Tomás tras la cogida que tuvo en México.

Sin duda, unas cantidades mareantes y desorbitadas en un país que camina, si nadie lo remedia a corto plazo, rumbo a los cinco millones de desempleados. No erró la señorita Leire Pajín, azote valenciano de los populares del señor Rajoy, cuando decía, meses atrás, aquello del encuentro planetario entre Obama y ZP. Me parece que estaba bastante acertada la dirigente socialista, pues este país antes llamado España, ¡y con la que está cayendo!, da sensación de ser de otro planeta. Mucha verborrea económica, y aún son muchos los que no se cortan un pelo para echar la casa por la ventana. Ahí es nada, toros y fútbol, tanto monta, monta tanto.

Con todos los respetos, somos un país de auténticos quijotes. La clase política, por un lado, nos vende la moto de la reducción de sueldos, pero se callan el asunto de las «superpensiones», igualmente millonarias, que sus señorías, de izquierda a derecha, van a disfrutar una vez abandonen sus maravillosos escaños -o los boten, con «b», los ciudadanos con sus sufragios-, sin tener que cotizar los mismos años que cualquier hijo de vecino para jubilarse. Y eso sin entrar en el fondo del parque móvil que tienen a su entera disposición, con crisis y sin crisis económica que valga. ¿Merma de puestos en organismos e instituciones públicas? Una cosa es predicar y otra dar ejemplo.

En el pase corto, aún estamos expectantes por cómo van a «torear» la rocambolesca situación los ayuntamientos. Sí, sí? los de la comarca del Oriente, sobremanera aquellos que disponen, además del regidor, de varios de sus concejales liberados. No hace falta dar nombres, que cada lector saque sus propias conclusiones. ¡Ah! Añádanle a honorarios y a Seguridad Social los correspondientes gastos de protocolo, las dietas, la telefonía móvil, etcétera? ¡Y la que te rondaré, morena! Los mismos que aprobaron los sueldos, ya sean de PP, PSOE, IU o Independientes -que haberlos haylos-, deben «capear» ahora con el apretón del cinturón o, bien, buscarse otra «profesión».

Me viene un ejemplo reciente, con independencia de que entre o no dentro de la más estricta legalidad. En Ponga, hace nada, PP y PSOE «obligaron» a reducirse sus emolumentos al gobierno minoritario del PAS-URAS. Mi amigo Cándido montó en cólera y razones tendrá. ¿Harán algo parecido en otros consistorios del Oriente, donde no existan mayorías absolutas? Me temo que no, ya sea Piloña, Cabrales, Ribadesella o Parres, incluso Villaviciosa, por poner ejemplos concretos, sustentados en pactos de gobernabilidad. Les queda aguantar, salvo hecatombe, y de la mejor manera posible, el año que resta para acabar la legislatura y, después, ¡Dios o Alá dirá!

Ya va siendo hora de que los políticos más cercanos -ayuntamientos y Principado- den ejemplo a la ciudadanía. Comenzando, pienso, por cobrar unos emolumentos que sean totalmente acordes con los presupuestos que «mueven» con carácter anual. Reitero aquella pregunta que me hacía no hace demasiado tiempo, antes de la explosión de la burbuja inmobiliaria en este país, y todavía no encontré la respuesta: ¿cómo es posible que un concejal gane mucho más que un director de una entidad bancaria? Me refiero a cualquier edil liberado en un municipio de la comarca y, por supuesto, de un director bancario con oficina en la misma localidad. ¡No sé si me entienden!