Estamos perdiendo las buenas costumbres. De muchas de ellas ya nos hemos olvidado y duermen en el sueño de la ignorancia, y las que aún persisten están ahí gracias a los desvelos y el sacrificio de cuatro ciudadanos que piensan en su barrio, en su pueblo y, en definitiva, en sus vecinos. A menos de un mes del solsticio de verano, cuando en el barrio de La Llera en Sama deberían de estar con los preparativos de San Juan y la Foguera que anualmente se instala en el cauce del río Nalón, resulta que la Peña Fidalgo, organizadora del sarao, tiene que suspender la fiesta porque la Confederación Hidrográfica no se ha dignado a contestar la solicitud de la Junta para la utilización del cauce fluvial como se hace todos los años. No creo yo que estos señores tengan miedo de que se les queme el río o se evapore el agua. Y no habiendo fuego no hay fiesta.

Lo de la «callada» por respuesta es muy habitual por estos pagos en los organismos públicos y eso en derecho tiene un nombre que es el de Silencio Administrativo, y ese silencio puede ser positivo o negativo, es decir, si con él se debe de entender aprobada la pretensión del solicitante o denegada, respectivamente. La nueva regulación de la ley que contempla el silencio establece en su artículo 43.2 que «salvo que una norma con rango de Ley o norma de derecho comunitario establezca lo contrario, la solicitud del interesado puede entenderse estimada tácitamente», lo que quiere decir, según nuestro criterio, que los organizadores cuentan con la aprobación tácita de la Confederación y, por tanto, no hay impedimento para llevar a cabo la celebración festiva, más si tenemos en cuenta que a lo largo de estos últimos años siempre contaron con ella. Otra cosa es que a estas alturas los responsables de la Peña no quieran o no puedan organizar la fiesta porque, como dicen, no tengan tiempo para la contratación de las atracciones. Si no se puede hacer por falta de permiso de la Confederación, ¿para qué escudarse en la falta de tiempo? O es lo uno o lo otro, no ambas cosas a la vez. Ahí no entramos pero, en cualquier caso, consideramos que la fiesta podría celebrarse a no ser que existan otros impedimentos no manifestados como puedan ser los gastos añadidos que se podían ocasionar como consecuencia de la aplicación de la nueva normativa sobre medidas de seguridad en los actos públicos que el Ayuntamiento de Langreo ha decidido llevar a efecto no hace mucho. ¿Será una simple coincidencia?

Desde luego, es cierto que una fiesta como ésta -la segunda en importancia del distrito- no se prepara en tres días, pero también es cierto que su suspensión trae consigo el riesgo de que nunca más vuelva a celebrarse y que, como decíamos al principio, se pierda una de las tradiciones que marcan el carácter de todo un pueblo, del barrio donde se celebra y de quienes la hacen posible. Por ello creemos que para conjurar ese peligro no estaría de más que los organizadores volvieran sobre sus pasos y valoraran lo que ganan y, sobre todo, lo que pierden. Duke no es nadie para exigir a estas gentes absolutamente nada, ni siquiera explicaciones, porque es una sociedad privada y porque además nada tenemos que ver en ella, pero como ciudadanos de Sama y amantes de las tradiciones de nuestra población sí tenemos el derecho a opinar al respecto y si nos equivocamos (Duke también lo hace), corregimos como ZP, entonamos el «mea culpa» -eso ZP no lo hace- y pedimos disculpas si es necesario (¡qué risa!).