La aprobación (por un solo voto de diferencia) del plan de ajuste del Gobierno ha puesto dos cosas en evidencia: la soledad parlamentaria de Zapatero (ahora sí, de difícil solución) y el tacticismo del conjunto de la clase política.

Aunque desde el Ejecutivo se hacen ilusiones de sacar adelante el próximo escollo, como son los Presupuestos, las posibilidades son menores. Perdida la alianza con la izquierda, tras el «gran recorte» del 12 de mayo y sin posibilidad de contar con CiU (que estará inmersa en las elecciones que pueden devolverlos a la Generalitat), las posibilidades se reducen a nacionalistas vascos y canarios. Pero, dado el deterioro que sufrirá la economía de aquí a fin de año, pondrán muy caro ponerse del lado de un Gobierno que ya no puede endeudarse más.

Pero si mal están los que mandan, de corta de miras puede calificarse la actuación del PP. Pese a presiones externas (e, incluso, de algún banquero) para no votar en contra del decreto ley, los de Rajoy optaron por sacar rédito «en su defensa del pensionista», confiando en que CiU se abstendría. Pero, ¿y si Durán se hubiera quedado atrapado en un atasco? ¿Cómo habría justificado Rajoy haber puesto al país al borde de caer en el drama griego?

Por otra parte, tampoco puede hablarse de la «gran responsabilidad» de CiU, que disfrazó de sentido de Estado lo que podría haber sido un acuerdo con el Gobierno para mantenerle con vida, a cambio de no hacer coincidir las elecciones generales con las catalanas (algo perjudicial para las expectativas nacionalistas a la hora de reconquistar la Generalitat).

Si toda esta gente es la que debe sacarnos de la crisis, casi mejor que decidan Obama, Wen Jiabao y Merkel, como pasa últimamente.