La primera ha sido en la frente nacional. Se ve que han estado más precisos con su reloj de cuco los suizos que los españoles con sus campanarios, de modo que ha fallado el viejo combinado, tan querido por el antiguo régimen, de día del trabajo más éxtasis futbolístico. Al contrario: lo que ayer hubo fue reforma del trabajo y frustración balompédica. Como para meterse en la cama a media tarde y no querer nada con el mundo.

¿Era necesaria la reforma laboral? ¿Era precisa la derrota? Ésta última tiene bastante de aliciente. La que ya se predicaba como posible campeona del mundo, la Roja, tendrá que sudar mejor la camiseta. En cuanto a los cambios laborales, tienen poco de estimulantes. La Bolsa acabó roja ayer, con caídas, pero habrá que esperar a ver lo que dicen los sanedrines y los mercados europeos. De tejas abajo, es ilusorio pensar que la reforma nos sacará del pozo del desempleo masivo. Un país con bajos crecimientos económicos como los esperables en los próximos años puede aspirar a lo sumo con esta reforma a que contratos con más derechos sean sustituidos por otros con menos. Lo dicho: hay que ser más pobres todavía.

A todo esto, la huelga general tiene ya fecha, dentro de tres meses y pico, el 29 de septiembre. Así que, llegado el momento, no nos acordaremos ya de la causa de convocatoria porque se habrán sucedido otros quebrantos: la subida del IVA, la de la luz, la previsible reforma de las pensiones y de la edad de jubilación o el siguiente ajuste que ya pide la Comisión Europea. Es lo malo que tiene que los sindicatos den vez para dentro de tanto tiempo: mientras se permanece en la lista de espera pueden surgir dolencias diferentes.

Volvamos al fútbol. Los periódicos de Suiza, ese país en el que nunca pasa nada y que es la estabilidad consagrada, califican de milagro y de hecho histórico su victoria sobre España. Somos un país generoso, no cabe la menor duda. Lástima que tengamos que ajustarnos tanto en lo económico.