La mezquindad del nacionalismo tiene su resumen en unas declaraciones recientes de Joan Puigcercós. El presidente de ERC ha dicho que sin los jugadores catalanes, España sería muy poca cosa. La verdad es que la selección, donde como es lógico siempre jugaron futbolistas nacidos en Cataluña, lo mismo que vascos, asturianos, extremeños, andaluces, manchegos, murcianos, etcétera, ha tenido épocas peores con jugadores catalanes y de otros sitios. Se puede decir incluso que mucho peores, contando con que no salen todos los días deportistas tan comprometidos y de tanta calidad como Puyol, Xavi, Capdevila, Piqué o Busquets.

De la misma manera que tampoco tenemos la suerte de disponer a menudo de porteros como Casillas, que es de Móstoles, ni de delanteros como los asturianos Villa y Mata o el madrileño Torres, o de defensas con la casta del sevillano Sergio Ramos. Por ejemplo, Iniesta, el genio, según los entusiastas locutores de la televisión, es de Albacete, y Silva y Pedrito, canarios. Llorente es de La Rioja y Javi Martínez, navarro. Xabi Alonso, tolosano, y Del Bosque, de Salamanca. Podría seguir repartiendo nombres por la geografía, pero lo que me parece despreciable es decir, como ha dicho Puigcercós, que los catalanes forman la columna vertebral y el resto son poca cosa. Menos mal que no le dio por compararlos con el culo.

En el clima de convivencia que han elegido los futbolistas de España para ser campeones, seguro que las palabras desafortunadas y mezquinas de este sujeto sentarían como un tiro. Un equipo nacional, aquí y en Uzbekistán, se compone de futbolistas de diferente procedencia. En Uzbekistán hay uzbekos del Norte y del Sur, del Este y del Oeste. España no sería gran cosa sin su columna vertebral catalana, ha dicho el presidente de ERC. Admitamos esa hipótesis como cierta. Ahora imagínense qué sería de Cataluña sin la columna vertebral de España, es decir, si el resto de los españoles decidiésemos realmente olvidarnos de que existe. ¿Quién saldría perdiendo?