Las letras se convierten en protagonistas cada verano en muchos puntos de la geografía asturiana, como en la Semana Negra de Gijón, donde este año, como en anteriores, nos hemos reencontrado con la novela negra, pero también con la literatura de viajes, el comic o la poesía. No será, seguro, la única cita, porque aunque se echa de menos la literatura en un proyecto cultural multidisciplinar como el Beltaine, las letras salen a la calle también en verano.

A mí, por ejemplo, siempre me ha gustado ir a la playa acompañada de un buen libro. Durante años, muchos de esos ejemplares eran volúmenes prestados por la biblioteca Bances Candamo. Este verano, por fin, vuelvo a recorrer sus pasillos, después de los largos meses de remodelación que han tratado de darle a Avilés un fondo bibliográfico y un espacio acorde con su categoría de ciudad cultural. Ha sido mucho tiempo, es cierto, y durante todo este año me ha parecido que a Avilés le faltaba algo.

La ampliación, que ha reducido de forma notable la terraza, ha duplicado el espacio de la sala de préstamo, está más iluminada y los libros están más accesibles y ordenados. También se ha incorporado una sección juvenil, para esas edades en las que uno lee literatura difícil de clasificar. Pero esos no son los únicos cambios que he percibido en mi visita. Los comics, por ejemplo, dejan de estar en un lugar poco visible para ocupar un espacio privilegiado a la entrada, y crecen considerablemente las secciones audiovisuales. Sin embargo, sería útil una catalogación más concreta de algunas secciones. La poesía, por ejemplo, se encuentra al fondo de la zona recién ampliada, pero no hay ninguna referencia que indique que los libros de esas estanterías finales pertenecen a ese género. En otras zonas dedicadas a la literatura encuentro volúmenes agrupados en baldas sin que quede claro con qué criterio. Imagino que son diarios o memorias, pero tengo que hojear varios ejemplares para asegurarme de que es así.

A pesar de ello, la nueva sala de préstamo es un acontecimiento más para celebrar, si es que el fútbol nos deja algún hueco este verano. Además, en realidad, las letras y el fútbol no tienen por qué ser incompatibles. En 1928 Rafael Alberti, inspirado por los istmos vanguardistas europeos, dedicaba uno de sus poemas a Platko, un futbolista húngaro que por aquel entonces era portero del F. C. Barcelona. Seguro que durante la euforia postmundial, y para aunar de alguna manera letras y goles, a más de uno le habrá salido algún verso para «la roja». Las emociones, para bien o para mal, suelen venir cargadas de creatividad.