El personal gusta de ciertos eventos, pero los que más le agradan y a los que jamás falla, son los gratis total. Es decir, de balde. Eso lo sabían muy bien los romanos (no los de Berlusconi) de la Roma clásica. Ellos fueron quienes inventaron el circo. Tuti contenti, los espectadores no pagaban y al César le salía muy barata la alimentación de las fieras.

Cuando no hay que pasar por taquilla los gijoneses se vuelcan en los festejos e incluso viene gente de más allá del Pajares. Las exhibiciones aéreas, el desfile de carrozas y los fuegos artificiales nocturnos son los de mayor éxito porque, además, da ocasión a los gijoneses a apoyarse en la barandilla del Muro (bien de cara o de espaldas a la mar) que es otra «actividad» que les encanta.

Ese echarse a la calle es aprovechado por los carteristas y los bolsilleros y también por los desvalijadores de pisos.

El espectáculo que más barato pueda costar al concejal de Festejos tal vez sea la puesta de sol. El sol, por hacer mutis cruzando la «rayina» del horizonte, no cobra nada. Pero, no tiene mucho éxito por estar muy visto. Debería de anunciarse, porque hay muchos ricos, riquísimos, que coleccionan crepúsculos. Hacen igual que los alpinistas que coleccionan cimas de más de ocho mil metros.

Tengo la certeza que la puesta del sol vista desde La Escalerona no ha de desmerecer de las que se contemplan en una playa hawaiana, en la ladera sur del Vesubio, o en un campamento saharaui.

Piense el edil de Turismo en anunciarlo debidamente en la página web.