Oportuno que La Granda haya dedicado un curso al General Fernández Campo. Doble acierto que, además, se superase la mera hagiografía del que pasa, como dijo Nicolás Redondo, a la Historia por su «Ni está ni se le espera». Pero, Sabino, por su carácter y posición privilegiada fue mucho más, como señaló Pedro Sabando, y seguirá siendo estudiado con la distancia de la pátina temporal. Lo resaltó José Manuel Otero y yo habría añadido algo de su amor y apoyo incondicionales a Asturias y a Oviedo.

Pedro de Silva desarrolló su conocido planteamiento: ¿era Sabino, tan leal al Rey, monárquico? El valor palpitante de esa duda razonable reside en que el ex Presidente asturiano ya lo insinuaba en vida del General, sin ser contradicho ni reafirmado. Hubo otras heterodoxias frente al asumido acervo colectivo. Rodolfo Martín Villa, que terminó con una evocación sublime, diseccionó varias discrepancias que mantiene con los escritos legados por el General, siendo emocionante la atención al quite, desde el coso mismo, de María Teresa Álvarez, escritora y viuda del cerebro gris de la Jefatura del Estado, en nombre de la opinión de su marido.

El ex ministro y antiguo delegado nacional del SEU sostuvo una posición muy escéptica y decepcionada hacia militares y servicios secretos. Para Martín Villa, Adolfo Suárez jamás habría dado garantía alguna de que no se legalizaría el Partido Comunista. Muy interesante también sus valoraciones de las biografías de los generales Gutiérrez Mellado y Pita da Veiga y De Santiago, supuestos envés y reveses de lealtad a la democracia. Fue también expresivo sobre el núcleo del Consejo de Ministros que optó por recurrir la sentencia de primera instancia del 23-F pero, lo mismo que otros participantes, dejó sin despejar secretos que todavía planean. Pienso que no se comprende que Francisco Laína, al frente, por unas horas, del llamado «Gobierno de subsecretarios», no haya dado todavía una versión amplia.

En otro orden, valoro como trascendente la digresión, introducida por la ponencia de José Miguel Ortí Bordás, del progresivo distanciamiento representativo del sistema electoral de listas bloqueadas, el mandato imperativo de los diputados, los privilegios nacionalistas e, incluso, el abuso -no compartido, en otro quite, por la ex ministra Ana Pastor- reglamentario del voto ponderado en la mesa del Congreso y en la Junta de portavoces. Sobre la perdida idoneidad de las listas bloqueadas a más de treinta años de sancionada la Constitución, ya he escuchado personalmente alternativas a Felipe González, a Miguel Herrero, a Peces Barba y a otros que, en cuanto se serene la política española y se vuelva a los grandes consensos, este de la reforma del sistema de sufragio debería de ser primordial. Ortí lo abordó, en La Granda, e hizo un guiño a Fernando Suárez que algo debió de alegar en el seno mismo del PP. Es, en cualquier caso, lamentable que la bandera de una socialmente sentida reforma del sistema electoral se deje al ruido mediático exclusivo de formaciones minoritarias como el Partido Comunista, o, ahora, la UPyD, que arguyen su evidente marginación proporcional cuando, a mi juicio, la necesaria reforma debería acercar más el diputado al elector en circunscripciones pequeñas y ahí los partidos pequeños ya no estarían tan de acuerdo. Para mí, en cualquier caso, es -o sería- un paso atrás dificultar el voto de los españoles de la diáspora.

Perorar sobre Sabino Fernández Campo da para mucho y ha de dar para mucho más.