Recurro muchas veces al «sudoeste» francés para explicar sensaciones porque las muchas veces que he recorrido sus carreteras, sus pueblos, su paisaje, me he encontrado con unos bosques impresionantes, con un verdor alegre, un paisaje animador, fuera de los campos anodinos sin relieve, sin animación, sin paisaje...

Las carreteras del sur atlántico galo, entre Burdeos y la frontera española, tenían el atractivo de ir entre grandes arboledas, compuestas de ejemplares altos, espigados, esbeltos, que te daban la sensación de tranquilidad, de frescor, de humedad perfumada, de naturaleza dentro de la gran pista de asfalto por la que circulabas.

Leo ahora en LA NUEVA ESPAÑA que la Dirección General de Política Forestal del Principado contratará obras para convertir la controvertida autovía «Y» y el tramo de la del Cantábrico, la A-8, entre Ribadesella y Llanes en «corredores verdes». Es decir, nos van a poner esa tranquilidad, ese frescor, esa humedad perfumada de la que hablo de las rutas francesas en nuestras vías automovilísticas. Magnífico. En la zona de la A-8 es fácil porque casi todo es verde, va la autovía entre montañas y prados. En la polémica «Y» sí hace falta. Necesita una naturalización, mostrar que estamos en Asturias, región verde, paraíso natural, ruta laboral pero que conserva su origen primario y campechano. Necesita árboles, vegetación autóctona, una descontaminación natural, verde.

Y leo también que se proyecta por parte del Gobierno del Principado «la ampliación del paisaje protegido de la sierra del Aramo, la extensión del parque natural de Redes a los concejos de Nava, Bimenes, Piloña, Aller y Laviana hasta crear un corredor que conectase la ría de Villaviciosa con los parques naturales de la cordillera, en definitiva, la creación de una «red de paisajes» en el centro de Asturias que preserve de la destrucción urbanística los valores ambientales de las zonas libres del centro de la región». Un planteamiento hermoso. Una iniciativa que resalta el reconocimiento de Asturias como una de las regiones más auténticas, coherentes y respetuosas con la Naturaleza.

Suenan bien, allende, el bosque de Muniellos, el Naranjo de Bulnes, los lagos de Covadonga o los montes de Somiedo, pero no nos podemos quedar ahí. Los paisajes astures no solamente han de estar en zonas preparadas para el turismo; tenemos zonas comparables a los bosques noruegos o fineses, verdosas zonas del estilo de la Selva Negra, calas similares a las californianas o a las ibicencas. Nos falta un clima que llene las apetencias del visitante. Con flora y fauna autóctona. Auténtica (carbayos, castaños...). Sin plantas excluyentes (eucalipto, alfalfa...). Como el clima no creo que lo remedie ni el peligroso cambio climático que espero no se materialice nunca, lo que necesitamos es un ambiente atractivo, relajante, natural, verde. Ha de ser «verde como el tono de tus ojos... como el trigo que empieza a crecer», que entonaban «The New Christy Minstrels» y, como «Micky y los Tonys» cantaban también, «como el mar al atardecer».