Hemos leído el testimonio del alcalde Gabino de Lorenzo acerca de cómo discurrió el examen en el que Oviedo fue rechazada como capital europea de la cultura 2016. Insuperable testimonio, y no vamos de coña. De Lorenzo, que la está preparando muy gruesa en el PP asturiano, pero que tiene una gracia y una chispa destacables, confiesa que fue un «inocente» al creer que «un jurado nombrado por Zapatero iba a darle la oportunidad a Oviedo». A continuación, detalla que «defendimos nuestro proyecto a puerta cerrada en una especie de cuarto oscuro tétrico y tuvimos que responder a un cúmulo de preguntas, algunas de ellas ininteligibles».

Nos lo imaginamos, es decir, que podríamos reconstruir que de la oscuridad salieron preguntas de esta índole: «¿Cómo han diseñado ustedes los nodos transignificativos? ¿Y las sinergias expositivo-temáticas? ¿Y los nexos radiales, tanto paratácticos como hipotácticos? ¿Y cuál es la sintaxis genético-virtual de la semántica ovetense?».

O sea, la jerga cultureta.

También podemos imaginar la compunción del Alcalde al escuchar todo aquello, al tiempo que su mente retrocedía a la época de estudiante de Minas: «Caray, hubiera preferido mil veces un examen del catedrático Carlos Conde». También nos atrevemos a reconstruir la respuesta de De Lorenzo ante las oscuras preguntas, apretando para ello la boina contra su pecho, aplicando la trompetilla al oído y exclamando con la grandeza de un santo varón de zarzuela: «¿Mandeeee?».

Esto le pasa a De Lorenzo por no visitar asiduamente la Ciudad de la Cultura -antes Universidad Laboral- para aprender el argot del ramo y saber que, por ejemplo, si un perro obra en medio de la Ciudad de la Cultura de Gijón, lo que allí deje no será llamado ni siquiera deposición, sino que, según los códigos más guay y modernos, será denominado «deconstrucción ventral». En lugar de lamentarse de haber sido enviados como corderos entre lobos, De Lorenzo ha de recapacitar: hay cosas que debe saber el alcalde de la ciudad que aspire a una capitalidad cultural.