Ya nos gustaría saber a todo el mundo lo que pasa en Laboral. De momento, lo que se sabe es la última ocurrencia para el teatro y, desde entonces, uno no sale del asombro. Según parece, la productora Kulteperalia de José Luis Moreno quiere programar, de aquí a fin de año, «Cenas con las estrellas». A saber: la gente que vaya a Laboral podrá comprar, además de la entrada para ver el espectáculo, una cena en la que compartirá cuchillo y mantel con alguno de los artistas de la función vista. Según parece, no se trata de ir en familia a ver a «Los Lunnis» y que luego, junto a Lublú o al Profesor Lutecio, los nenes se coman unos Happy Meal, el papi un Big Mac y mamá un Mac Fish, con abundantes patatas de luxe. Ni tampoco cenar un cocidito madrileño cuando pongan «La Venganza de la Petra» de Carlos Arniches a primeros diciembre (estrenada hace ya cuatro años), con Isabel Pintor, Andoni Ferreño y el propio José Luis que la dirige, artísticamente hablando. Ni pollo frito al estilo de Kentucky, después de ver el musical «Míticos 70», con Miky (el de «Los Tonis»), Jeannette (la de «Los Pic-Nic»), Tony Ronald (el de los «Kroners») y Lorenzo Santamaría (el de los «Z-66»). No.

José Luis Moreno -seguramente muy contento por el reciente ascenso de su amigo Alfredo Pérez Rubalcaba- explicó el proyecto flanqueado por Alejandro Calvo, director gerente de Recrea, José Luis Álvarez, presidente de la Asociación de Hostelería de Asturias, Pedro Morán y Koldo Miranda, los dos cocineros «Michelin» de Asturias, además de Noelia Menéndez, responsable de la Sociedad Regional de Turismo, a la que le tocó invocar cifras de visitantes a Laboral. (Espero que alguna vez digan cuántas regalan en las cercanías del rastro, como las dos que me dio a mi un discreto caballero, para la función del domingo 19 de septiembre de Pedro Ruiz).

Otra cosa que resulta curiosa es la sensibilidad operística y cultural de la propuesta que nos ocupa. Ya sabemos quién cocinará en «Tosca» y en «Aida» y, sin embargo, es imposible saber cuál es el reparto, los cantantes, la orquesta (si la hay, que igual es una grabación), la dirección musical y escénica, etcétera. Sabemos que sus menús estarán inspirados en ese «arte tan bonito que es la ópera» y que será en el Salón de Pinturas donde cenen los señores y señoras, sentando en su mesa a los faranduleros para que coman caliente, como hacían los marqueses hace siglos. O los rentistas, estraperlistas y señoritos falangistas en los años cuarenta.

Pero no se preocupen. Es de historia saber que la farándula, en lo concerniente a comer, no exige mucho, como ya bien dijera en los primeros años del siglo XVII Agustín de Rojas en «El viaje entretenido», en referencia al que anda los caminos oficiando el arte de la suplantación y el engaño: esencia común del oficio del bululú, el ñaque, la gangarilla, el cambaleo, la garnacha, la bojiganga, la farándula, la compañía o la pipirijaina. Nombres distintos por distinguir con ellos el número de hombres y mujeres que pudieran componerlos y al repertorio en relación, más nunca para distinciones principales o básicas de su ser hambriento. Porque cualquiera de los mentados «está ocho días en un pueblo, duermen en una cama cuatro, comen olla de vaca y carnero, y algunas noches su menudo muy bien aderezado. Tienen el vino por adarmes, la carne por onzas, el pan por libras, la hambre por arrobas, haciendo particulares a gallina asada y liebre cocida».

La ocurrencia en cuestión la venden como novísima, aunque en realidad es un remedo «Serie B» del Castell de Perelada. Pero hay una diferencia esencial que, a mi modo de ver, constituye su enorme inconveniente: en Perelada el museo, la bodega, la biblioteca, el casino, el hotel, el campo de golf, los restaurantes y el propio castell, son propiedad privada. Y la organización, gestión y financiación del festival depende de la Associació Cultural Castell de Peralada, presidida por Carmen Mateu de Suqué, que representa a la propiedad. Allí van John Malkovich, Serrat, Zubin Mehta, Víctor Ullate... Aquí no se sabe quién vendrá, y además, Laboral es una infraestructura pública que debería convocar con criterios populares y democráticos.

Supongo que Mercedes Álvarez, consejera de Cultura, ya no dirá aquello de hace año y medio: «Laboral es un espejo de lo que queremos para Asturias», porque significaría que quiere una Asturias que, aun siendo de todos nosotros, la disfruten exclusiva y privadamente, élites económicas, ostentosas, con mal y anticuado gusto. Puede que esa privatización de espacios y lugares de titularidad pública sea legal, pero no por eso deja de ser un uso inadecuado, inmoral, de nuevos ricos, además de una horterada.

Creo que en este punto ya se acabaron los requerimientos y emplazamientos para que la Consejería de Cultura y Turismo, titular de Laboral, junto a la gente del teatro asturiano (a través de sus asociaciones representativas), se ponga de acuerdo para dotar de actividad al primer y único teatro autonómico, en su natural perspectiva de difundir, fomentar, desarrollar y exhibir las artes escénicas hechas en Asturias. A mi juicio se acabaron las contemplaciones, ahora de lo que se trata es de «okupar Laboral». Los profesionales de las artes escénicas, los amateurs, la crítica y todo el que se considere a sí mismo público teatral tendría que «Okupar el patio de la Laboral» y empezar a programar piezas, escenas, músicas, acciones, canciones, talleres..., lo que sea, y dejarse de puñetas. Ya está bien. Ya valió.