Muchas veces la Historia parece estar ahí no sólo para ser recordada sino indefectiblemente para ser repetida. Desde que en 1844 el Gobierno concedió a la Asturian Mining Company la explotación de una línea ferroviaria entre Mieres y León hasta que una locomotora subió por fin, entre alborozo, por Pajares, un 15 de agosto de 1884, transcurrieron cuarenta años de idas y venidas, avances, retrocesos, anulaciones, frustraciones, cambios y discusiones. Los asturianos tuvieron que dar un aldabonazo, aquella soberana manifestación en la Escandalera, para que los trabajos se encauzaran definitivamente y nadie siguiera tomándoles el pelo.

Algo parecido lleva camino de suceder con la Variante, el túnel llamado a reemplazar el vetusto itinerario por el puerto, o con la Autovía del Cantábrico, obras ambas que se dilatan «ad eternum». En estos meses de la Gran Recesión lo propio es arrimar el hombro y atemperar exigencias. No hay salvación sin sacrificios. Una cosa es que los asturianos comprendan resignados los ajustes y otra que el Gobierno central interprete esa actitud constructiva como docilidad, y la aproveche en beneficio de otros.

No todas las infraestructuras se pueden abordar a la vez, pero unas deben tener preferencia sobre otras por su interés nacional. A las asturianas les toca ya gozar de esa pátina. Basta una ojeada al mapa de trenes y carreteras para comprenderlo. Valladolid, Sevilla, Málaga, Valencia el próximo mes, Barcelona y un montón de poblaciones delimitadas bajo ese arco disfrutan ya del AVE. También de autovías, radiales y periféricas. El Noroeste es el gran olvidado. Y Asturias, la relegada del Noroeste.

A Cantabria intentaron dejarla sin AVE directo y obligarla a viajar a la Meseta dando un rodeo por el País Vasco. Su presidente, Revilla, se plantó y amenazó con una revuelta. Fomento rectificó (Cantabria tiene la mitad de habitantes que Asturias) y se comprometió por escrito a tener listo el nuevo tren por Palencia, el paso natural de toda la vida, en 2015. En esa misma fecha lo estrenará Galicia. De eso se encarga el ministro, y gallego, José Blanco, que lo rubricó en el «Pacto del Obradoiro» con el presidente de la Xunta, consenso entre los dos grandes partidos como el que mucho antes habían alcanzado Fraga y Felipe González para las autovías a Vigo y La Coruña desde Benavente. La llegada del AVE a León la fijó para 2012 el mismísimo Zapatero.

El Gobierno asturiano y el partido que lo sustenta, en su mejor tradición jacobina de no renegar del centralismo, tragan con los retrasos. Únicamente ante el clamor social de esta semana ha habido un tibio propósito de enmienda.

Que se abra el túnel bajo Pajares en 2013 no significa que el AVE llegue a Asturias para esa fecha, entendiendo por tal un tren que circula por vías de ancho internacional como el que sí tienen las otras comunidades. Instalar ese tipo de vía entre León y Gijón carece de plazos. El trazado de Pajares que todavía usamos fue una revolución. Redujo el viaje a Madrid a 20 horas, las diligencias tardaban 70. La Variante supondrá un salto adelante, una gran mejora, aunque sólo transiten por ella los convoyes actuales. Pero sin AVE está incompleta.

La carretera Transcantábrica concluirá aquí un año más tarde que en Galicia. Con los compromisos que están sobre la mesa, Asturias queda doblemente postergada. Es la última región del Norte en conquistar ejes trascendentales y lo hace muchísimo más tarde que la España desarrollada a la que necesita acercarse. ¿A alguien le extraña que hasta un ugetista de pro lamente el escaso peso político del Principado y pida un mayor esfuerzo al Ministerio para terminar las obras en la región?

Con su menguante población, cualquier proyecto en Asturias resulta desorbitado si se mide en millones por habitante. El análisis más equitativo no se hace en términos monetarios sino de equilibrio territorial y de eficiencia económica. Un estudio sobre el PIB del profesor murciano y líder socialista Pedro Saura aporta datos científicos para sostener este enfoque. Demuestra que las infraestructuras son determinantes para el crecimiento y que para que todas las autonomías gocen de las mismas oportunidades y compitan en igualdad hay que potenciar las redes divergentes, los corredores como el cantábrico.

Por eso, y no por victimismo, Asturias necesita contar con la autovía y el AVE. Es justicia, no antojo. Por eso cada retraso cercena las posibilidades de mejora de los asturianos y les pone las cosas más difíciles frente a sus contendientes nacionales. Por eso, y no por hipocresía de plañidera, aún en la dureza del ajuste no hay razón parar ruborizarse al reclamar esas inversiones.

El problema de las grandes obras públicas es que en las épocas de holgura avanzan -aunque las hay que lo hacen más rápido- y en las de estrechez atascan -porque la etiqueta de irrenunciable se le cuelga a otras-. Así no hay manera de acortar la brecha con las regiones mejor dotadas. Si resolver una necesidad perentoria, aunque costosa, supone décadas y décadas y décadas, si para que otras infraestructuras progresen hay que ralentizar siempre las asturianas nos están condenando a perpetuidad a vivir en una España hemipléjica. Areces tiene ahora que ya no cuentan con él una oportunidad de oro para abandonar su política de sumisión a Zapatero, con la que incluso llegó a defender imprudentemente «la España asimétrica» de Maragall, y jugársela en defensa de los intereses de Asturias. Puede por lo menos aspirar a dejar un buen recuerdo.