Los tiempos que corren no son los más adecuados para ver crecer las obras públicas. El calendario y los datos que se ofrecen sobre obras imprescindibles para el desarrollo de Asturias expresan de sobra los problemas planteados por la falta de financiación. En Gijón, sin embargo, se dejan notar los efectos de los planes puestos en marcha cuando estalló con toda virulencia la crisis económica. Sean planes estatales o autonómicos, hay zonas en la ciudad donde las obras anuncian una mejora del servicio público y, a la vez, provocan inconvenientes a vecinos y comerciantes.

Los dos ejemplos más palpables en el centro quizá sean la calle de los Moros y la avenida de Castilla. Los comerciantes de la primera expresaron su protesta colectiva con un cierre testimonial de sus establecimientos y una concentración callejera de protesta por lo que entienden de excesiva duración e inadecuadas fechas, vísperas navideñas, de las obras de mejora de la céntrica vía urbana.

En la avenida de Castilla las quejas de los comerciantes no se han concretado más allá de los escaparates de un establecimiento que anuncia rebajas mientras duren las obras o hasta el cierre, si se prolongan en demasía. No ha habido, de momento, ninguna protesta pública, quizá porque la amplitud de la vía y la evolución de los trabajos hacen que las molestias sean menores que en la calle de los Moros. En lo que se refiere a la plaza del Parchís, las obras parecen avanzar a buen ritmo y las molestias son quizá más llevaderas. La zona de la plaza del Marqués y la ruta de los vinos son otras de las afectadas.

Con todo, unir obras necesarias para la mejora de zonas urbanas con el acusado descenso de las ventas no es, lógicamente, un plato de gusto para esforzados comerciantes autónomos que luchan en desigual batalla con las grandes superficies y la bajada del consumo. Un comercio es la expresión de unos anhelos individuales o familiares, la apertura de unos sueños de realización profesional y la esperanza de mejora laboral muchas veces incomprendidos y, por lo general, escasamente apoyados desde los organismos públicos. Pero también es cierto que las mejoras en las calles significan una mayor facilidad para los negocios en ellas establecidos. De ahí la necesidad de atemperar los intereses de un colectivo con los intereses generales y las complicaciones de los calendarios para ajustar la duración de las obras públicas.

Conviene, sin embargo, no olvidar históricas quejas de sectores comerciales locales contra flamantes mejoras urbanas. Por ejemplo, las caceroladas con las que un amplio sector de la calle Corrida saludó la peatonalización de la rúa no son precisamente un ejemplo de visión de futuro. Afortunadamente, atrás han quedado las ideas que apuntaban que el comercio tenía que estar ligado al tráfico de vehículos. La peatonalización de las ciudades, un fenómeno de las últimas décadas, es una de las grandes mejoras que se han alcanzado en el urbanismo moderno.

Ahora las obras gijonesas no se dirigen a la peatonalización de las rúas citadas, que, sin embargo, van a acusar una clara mejoría con el final de los trabajos. Hacer compatible la obra con el normal desenvolvimiento de la vida ciudadana y comercial es una tarea complicada y a veces casi imposible. La promesa oficial de que las obras de los Moros se van a acelerar para que en los días de las compras navideñas no haya obstáculos para el movimiento de clientes es una buena noticia. Las mejoras son cosa de todos, pero las quejas, en este caso, van por calles y nos barrios.