La maldición del Tizón sigue operando. Primero, Pilar Fernández Pardo, dizque líder del PP de Gijón, entronizando a Carrillo, marqués de Paracuellos, como hijo predilecto de la Villa de Jovellanos -¡si el ilustre polígrafo levantase la cabeza-; después, Isabel Pérez-Espinosa, aspirante a aspirante a la Presidencia del Principado, insultando a los fotógrafos que, solícitos, la inmortalizaban, y en nada, supongo, Joaquín Aréstegui, tercio excluso, armando una de... no, no adelantemos acontecimientos que todo llegará a su tiempo. El caso es que el comité gastronómico que allá por los primeros días del pasado mes de septiembre asintió a los dictados de Gabino de Lorenzo -¿de dónde procedían realmente esos dictados?- no pudo elegir peor y ahí están los malos resultados bien a la vista.

La falta de crítica conduce a una alucinante ausencia de autocrítica y al final ocurre lo que ocurre. Por ejemplo, acaban de afirmar que el modelo de rehabilitación de edificios en el Oviedo antiguo será el seguido en el Fontán, que, señores, ¡lo derribaron enterito! Si viviésemos en una democracia, de aquélla el Gobierno municipal ovetense habría desaparecido del mapa político para siempre jamás, pero, ya ven, todavía están orgullosos de semejante atropello y aun se atreven a hablar del cerco de Oviedo, cuando el principal enemigo está dentro.

A la hora de las candidaturas electorales, que estaba comentando, lo mismo. La ausencia absoluta de crítica y autocrítica lleva a disparates como el que estamos viendo: Carrillo, un héroe, y los fotógrafos, «sons of whore», y no lo pongo ni siquiera en asturiano porque se entendería mejor y prefiero cuidar las formas, ya que todavía hay clases.

El futuro nunca está escrito, pero ni siquiera considerando los consabidos renglones torcidos de Dios, que logran discursos bien rectos, es posible suponer que de tanto disparate pueda salir algo positivo. No, el futuro de Asturias no pasará nunca por tamaña torpeza.