Leopoldo Alas hacía de su cátedra un centro vivo de experiencia espiritual y experimentación ideológica cuyos radio y perímetro se extendían indefinidamente (?) Era aquella cátedra como un alto mirador de vigía desde donde se divisaba circularmente todo el panorama de la cultura histórica; y, allá, en el horizonte indeciso, las primeras señales de nuevos advenimientos y formas imprevistas de la cultura naciente. (Ramón Pérez de Ayala).

En el año 1890 el nombre de Clarín empieza a rebasar los estanques de las fronteras. El cacique literario de Oviedo empieza a irradiar su influencia más allá de los cenáculos madrileños. El provinciano Clarín empieza a ser ciudadano del mundo. Pronto será un provinciano universal. (Juan Antonio Cabezas).

El hispanista y estudioso de Clarín Jean-François Botrel afirmaba el sábado en unas declaraciones a LA NUEVA ESPAÑA que «a finales del siglo XIX y principios del XX, Oviedo estaba en el centro de la modernidad y, gracias a la labor de periódicos y escritores, esa riqueza se transporta a toda España». Es innegable que, si alguien puso a Asturias en la modernidad, fue Clarín. Un Clarín que, paradójicamente, hizo de la eterna y sesteante Vetusta no sólo la gran referencia de la geografía moral de la España de la Restauración canovista, sino también el espacio narrativo de una de las obras maestras de la literatura en castellano.

Al igual que habían hecho Feijoo y Jovellanos, Clarín supo captar con clarividencia envidiable lo más esencial de su tiempo desde el aislamiento geográfico y existencial que nuestra tierra entonces padecía. Y su magisterio contribuyó de forma decisiva a que la Asturias inmediatamente posterior a su prematura muerte estuviese en vanguardia de la modernidad.

¿Alguien se preguntó acerca de la influencia que ejerció Clarín sobre el primer Melquíades Álvarez, fundador del Partido Reformista, en el que militaron, entre otros, Azaña, Ortega, Augusto Barcia y Fernando Vela, que tan unido estuvo a la Liga para la Educación política que se crearía un año después, a la que el filósofo asturiano José Gaos, discípulo de Ortega, define como el antecedente de la Agrupación al Servicio de la República?

¿Alguien se planteó la importancia que Clarín tuvo en un escritor de la talla de Pérez de Ayala? ¿Alguien intentó descifrar el significado que encierra la afirmación de Fernando Vela acerca de que su vida transcurrió entre las muertes de dos grandes hombres, la de Clarín y la de Ortega? ¿Alguien tuvo a bien preguntarse por qué una tierra como ésta fue el principal vivero del orteguismo? ¿No es tan incontestable como indiscutible que Clarín tuvo mucho que ver en todo esto?

Azorín da cuenta de su visita a Asturias a principios del XX, así como del recorrido que hacen por el paseo de los Álamos de Oviedo Ramón Pérez de Ayala, Melquíades Álvarez y el escritor noventayochista: «Los Álamos es un viejo paseo, dos largas filas de estos finos, esbeltos, sutiles árboles lo bordean. A un lado se extienden unos sombríos jardines. Seis, ocho, diez paseantes marchan lentamente, en silencio, uno de ellos avanza hacia nosotros.

»-Querido Melquíades, ¿qué pasa en la ciudad?

»-Nada -dice sonriendo el gran orador que viene todos los días a esta alameda-».

A resultas de esta visita, Pérez de Ayala le escribió un poema a Azorín: «Te hallas, amigo, ahora, en mi amada Vetusta/ La noble, la sarcástica, la devota, la augusta./ Acaso sientes que esta mi ciudad te convida/ en su tácito seno a afincar de por vida./ Acaso esa señora prócer -la catedral-/ te inculca ideas mansas con su voz de metal./ Acaso, dormitando en el calmo casino,/ hayas pensado hacer un alto en el camino./ Acaso en la alameda, a la postmeridiana/ hora has ambicionado que el día de mañana/ sea como el presente; los días siempre iguales./ Como en una vereda florida los rosales./ Todo calla. Es la hora asoleada y lenta/ con que principia nuestro gran libro, "La Regenta"./ Se siente el bienestar templado del estío,/ y del pecho parece que brota un ¡ay, Dios mío!/ ¡Ay, Dios mío! ¡Qué paz! ¡Qué paz!»

¡Qué vidas más paralelas, sin encuentro posible, la de la eterna Vetusta sesteante frente a la trayectoria de su ciudadano más insigne que siempre tuvo como imperativo lo que Ortega llamaría la altura de los tiempos!

Clarín, como el gran artífice de que Oviedo y Asturias se incorporasen a la modernidad. Clarín, como la figura más destacada de aquel «grupo de Oviedo» que significó la edad de oro de nuestra Universidad. Clarín, cuyo magisterio, más allá del que impartía en el aula, tanto contribuyó al esplendor cultural de una Asturias que fue el principal vivero del orteguismo.

Me permito recordar una vez más que la primera gran biografía sobre Clarín surgió de un encuentro que se produjo en el palacio de Doriga, con Corugedo y don Valentín Andrés como anfitriones, en el que Jarnés le pidió a Juan Antonio Cabezas que acometiese la tarea de escribir la biografía de Leopoldo Alas.

Si Oviedo fue una referencia de la modernidad, se debió, sobre todo, a que en esta ciudad tuvieron lugar los trabajos y los días de un personaje de la talla de Clarín, sin olvidar que el talento de Juan Antonio Cabezas supo atisbar en su biografiado la condición de «provinciano universal».

Clarín hizo a Asturias transitiva. Y -no lo olvidemos- el primer libro que explica a fondo el significado de su vida y obra es el de Juan Antonio Cabezas.