Solsticio de invierno, Luna llena y eclipse total de nuestro solitario satélite. En el manual titulado «Lógica de las fuerzas astrales y sus correlatos telúricos» se indica que semejante multicoincidencia rige acontecimientos excepcionales que tal y tal como están las cosas sólo pueden ser dos: 1) que ZP lo deje definitivamente, ya que, si bien apenas ejerce, su misma efigie perturba a los malvados mercados que, enloquecidos de excitación, se lanzan sobre España con sus voraces fauces, y 2) que los malogrados apparatchik del PP tiren la toalla de una vez, se arrepientan de sus muchos pecados políticos y peregrinen de saco y ceniza hasta la Catedral alfonsí antes de que acabe el año santo compostelano.

Entre tanto y sin falta de propicias conjunciones astrales, el PP de Gijón -con las honrosas excepciones de dos concejales casquistas- votó ayer a favor de que Carrillo, marqués de Paracuellos, sea hijo predilecto de la villa de Jovellanos, que, si levantase la cabeza, correría a los popular-carrillistas a gorrazos por la playa de San Lorenzo hasta el Piles ida y vuelta no menos de diez veces. Cuando allá por los últimos días de mayo, muchos gijoneses les nieguen el voto, no tendrán ni siquiera la disculpa de que la mala disposición de los astros los empujó a error tan grave.

Y es que esta Albania asturiana exige, cual Moloc, constantes sacrificios. Ahí está la ley de Dependencia. Asturias es, descontando tres comunidades que pusieron objeciones a tal norma, la autonomía que peor la está cumpliendo. El Gobierno social comunista que aquí impera es, por definición, lo más dañino para los hipernecesitados. No es una opinión, los hechos son de una elocuencia aplastante.

Y, cuidado, todo puede empeorar: en Cádiz han denunciado a un profesor por mencionar en clase, delante de un niño musulmán, los deliciosos jamones de Trevélez.

Ni la Luna ni el Sol ni el sursum corda: totalitarios, fanáticos y cómplices.