La cosa no va de coña. La ciberwar, mal que nos pese, ya ha dado su pistoletazo de salida. Con ella, a este planeta no lo va a reconocer de aquí a unos años ni la madre que lo parió. Su primera batalla, comandada por el ciberevolucionario Julian Assange, fue librada en los campos internáuticos de su Wikileaks, en la que vertió sobre la opinión pública toda la porquería que los grandes escondían bajo la alfombra y puso a los gobiernos bajo sospecha de estar enmierdados hasta el cogote. Sabemos ahora con quién nos jugamos los cuartos. Sus aplicaciones prácticas ya están en funcionamiento.

A Mohamed Bouazizi, de 26 años, licenciado en Informática y en paro desde que terminó la carrera, la Policía tunecina no le dejó vender en la calle frutas y hortalizas. No tenía el permiso oportuno ni había hecho efectivas las tasas correspondientes. Bouazizi estaba fuera de la ley porque quería proporcionar ingresos a su familia, así se explicó ante la Policía, les informó que la ley es fuerte pero la necesidad lo es más. No lo entendieron y ajenos a las circunstancias del licenciado le derribaron el carrito e hicieron puré con su mercancía sobre la acera para nutrir a los lagartos. La desesperación hizo mella y el bueno de Bouazizi se inmoló, se quemó a lo bonzo, ante la sede del Gobierno Civil. El drama podría haber terminado en una protesta de ámbito local. Pero, amigo, de un lado la información que Wikileaks aportó sobre la corrupción de la familia presidencial tunecina, y del otro, el acceso al Facebook y compañía, a pesar de que han de sortear controles y censuras, universalizaron la protesta y decenas de miles de tunecinos salieron a la calle. Balance: dos manifestantes muertos por heridas de bala y otro que se suicidó arrojándose contra unos cables de alta tensión. En la calle pueden ellos, en la red no. Así que los avezados internautas tunecinos se las arreglaron para hacer llegar un mensaje de socorro a Anonymous, grupo de hackers que apoyó a Assange, y en un quito dos y me llevo tres GB, bloquearon las webs de la presidencia del Gobierno y sus instituciones. Para recochineo. Anonymous colgó un texto en las webs atacadas en las que ponía de chúpame domine al Gobierno y, lo importante, el resto del mundo se enteró de la situación de injusticia social en la que vive Túnez.

Anonymous no será el único Robin Hood de la red. Otros, y vaya usted a saber con qué intereses, se adueñarán del campo internáutico, hasta el momento de paz, pero dado nuestro afán bélico temo que será de batalla. ¿Se imaginan unos hackers capaces de penetrar en las tripas que manejan las centrales nucleares? En fin, el mundo se ha hecho estúpidamente frágil y debemos apechugar con él.