El Senado, como ya sabrán, ha estrenado nuevo período de sesiones con traducción simultánea, decenas de intérpretes y cinco idiomas a disposición de sus señorías. Muy interesante y diversificador si no fuera porque sus señorías acostumbran a entenderse o, mejor dicho, desentenderse hablando lisamente uno de ellos, el universalmente conocido por castellano. De modo que no hay por qué extrañarse de que las personas sensatas consideren un despilfarro los 120.000 euros invertidos en esta ridícula torre de Babel. Y sumamente indignante si tenemos en cuenta los difíciles tiempos que corren.

En este país pasan cosas que no ocurren en ningún otro sitio. Nadie con dos dedos de frente podría imaginarse en el Parlamento del Reino Unido una traducción simultánea en gaélico para atender el inoportuno estreñimiento de los miembros pertenecientes al Partido Nacionalista Escocés, el Partido Galés o el Sinn Féin, por poner un ejemplo. O que en el Bundestag funcione un servicio de intérpretes del bávaro para satisfacer el capricho de los diputados de la Unión Social Cristiana de Baviera. O de alto y bajo sajón, para sus señorías sajonas. Se consideraría una pérdida de tiempo y un estupidez, dado que los diputados de esos países se entienden perfectamente en inglés y en alemán.

A los políticos españoles, con las lenguas vernáculas de su pueblo, les pasa lo que a Alejandro Groizard, aquel embajador en el Vaticano al que recibió León XIII, el día en que tenía que presentar sus credenciales, en compañía del cardenal Rampolla, su secretario. Pío Baroja cuenta cómo este último le preguntó a Groizard en qué idioma hablaba y resultó que el diplomático no se expresaba ni en francés, ni en inglés, ni en italiano, ni en alemán. El Papa preguntó entonces: «¿En qué idioma habla el embajador?». Y Rampolla, sabiendo que Groizard había sido elegido senador por Badajoz, se creyó en el deber de responder: «El embajador habla en dialecto extremeño».

Como nuestros políticos siguen la estela de Groizard, más valdría invertir en cursos de idiomas para sus señorías que en intérpretes.