Tremendo final político el de Vicente Alvarez Areces, que había sido apeado de la candidatura por su propio partido, y que presidió el Principado de los grandes sobrecostes presupuestarios, y que recibió sentencias tumbativas de la justicia, y que ahora ha contemplado a su más próximo colega de peripecias comunistas y educativas con las esposas puestas.

Un tipo valioso este Areces, que partió de Gijón hacia el Principado hace doce años con la aureola espectacular de gran gestor de la cosa pública. Vamos a repetirlo: hemos admirado la fuerza y la inteligencia de Álvarez Areces, pero las células que le han rodeado, o bien le han ido fallando, o bien su libertad de acción las ha autodestruido, como se ha visto en el caso del ex consejero José Luis Iglesias Riopedre, ahora en prisión.

Célula es terminología propia del viejo comunismo español, aunque a esa forma de trabajar la denominaban últimamente los malvados con la palabra «chiringuito». A cada célula se le exigía eficacia en el trabajo y servir diligentemente al señor que las designaba. Esta tipología celular de Álvarez Areces merece capítulo aparte, pero tampoco vamos a mezclarlo todo con todo: la única que se encara ahora mismo con la Justicia es la de Riopedre.

Otra cosa es que pocas células arecistas, o ninguna, tenían al frente a un íntimo con treinta años de trato, circunstancia de la que cabría esperar una lealtad incompatible con dejar al otro con las espaldas abiertas. Sin embargo, así están las cosas: Areces ha quedado completamente expuesto y sometido a un desgaste creciente desde ahora hasta la cita electoral de mayo. La disyuntiva del PSOE en este momento tiene que ser durísima. Si forzaran a Areces a dimitir (cosa improbable), se asumirían las responsabilidades a mayor velocidad incluso de la que lleve el procedimiento judicial (que previsiblemente será lento). Pero con Areces en la Presidencia del Principado, cada día será para el PSOE un pequeño tormento hasta mayo.