Ya lo dijo el bardo: «Nada será igual después de enero». No pensaba en Asturias, claro, pero ya se sabe que existen las profecías autocumplidas, así que desde el día 1 de este mes, con Francisco Álvarez-Cascos dándose de baja del PP mientras toda España aún dormía, hasta hoy mismo, en que el PSOE asturiano, a lomos de la «operación Marea», se ha dado de baja de la historia -el PP astur, enfermo imaginario, lleva en cama desde la anterior glaciación-, las cosas han cambiado tanto que a Asturias ya no la conoce ni la madre que la parió.

Cuatro semanas para firmar una revolución. Por la calle, por la red, por todos los sitios es evidente. Sólo los ciegos voluntarios no lo aprecian y es que el miedo cerval puede producir esas pérdidas histéricas de la visión, como ya estudió Freud.

Cuenta la suma explosiva de cuatro factores capitales: la crisis económica tiene contra las cuerdas a cientos de miles de asturianos; el PSOE está hundido y más desde que la piovra ha mostrado uno de sus sucios tentáculos; el PP es apenas un camarón acomodaticio, y de pronto salta Cascos, uno de los tres políticos más importantes del centro derecha español -y, por eso mismo, un titán en la escala asturiana-, rompiendo la baraja del pesimismo a izquierda y derecha.

Cuatro factores que en cuatro semanas le han dado la vuelta a la tortilla asturiana. Veremos qué sucede en la noche de San Marciano, pero a juzgar por lo ocurrido desde el 1 de enero apenas caben dudas.