A su muerte, en Puerto de Vega, noviembre de 1811, Jovellanos guardaba, pese a lo minucioso de sus diarios y relatos, un sinfín de sombras y secretos, que con su bicentenario se reabren un tanto. Hace unos días, un jovellanista, Agustín Guzmán Sancho, gijonés de pación, aseguraba que la definitiva investigación acerca del presunto hijo del polígrafo sería un bombazo que pondría en claro muchas cosas más.

Desde luego, pues Jovellanos, pese a la valiosa «Patografía» del médico naviego Jesús Martínez, no fue abordado en su compleja sexualidad, como hizo, por ejemplo, Marañón con Amiel o su Don Juan y la donjuanía, término con el que oí definir a don Salvador de Madariaga, para resaltar los diversos tipos del mismo mito.

Jovellanos no dejó descendencia legítima, ni tampoco natural conocida, y su escritura, en la que deja constancia de detalles mínimos de la actividad cotidiana, se mantiene muy alejada de referir ideal femenino o simplemente erótico.

La noticia del gran descubrimiento del Museo de Bellas Artes de Asturias de que el retrato de Goya «Jovellanos en el arenal de San Lorenzo» tapa la imagen de otro de una noble dama está destinado a desatar todas las especulaciones. Puede que se trate del mero aprovechamiento de un lienzo que la primitivamente retratada rechazó, pero caben muchas otras conjeturas. Si Jovellanos posó durante varias sesiones para el artista de Fuendetodos, tuvo que ser consciente de que se le inmortalizaba sobre la desaparición de alguien, que habría de conocer. Parece que fue una técnica ya utilizada con el no menos famoso cuadro de la condesita de Chinchón, pero estaría muy bien que supiéramos de quién es la imagen escondida y su exacta relación con Jovellanos.

«Cherchez la femme», pues, que tanto se dice de Alejandro Dumas para acá.

A la simultánea, en el Louvre se debate con que la Gioconda es un hombre, quizás amante de Leonardo da Vinci.

En cualquier caso, el Museo de Asturias, depositario de la obra, cedida por el Estado, y la restauradora Clara González-Fanjul se han apuntado un indudable tanto en sus celosas tareas de guardia y custodia, que pueden ayudar a desvelar aspectos de la personalidad pictórica de Francisco de Goya, como ha dicho ya toda la crítica especializada, pero también algo se concluirá de la aún oscura personalidad de Gaspar de Jovellanos.

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