En el sermón de la montaña, las bienaventuranzas, aparece clara y manifiesta la actitud de Dios, su fijación preferencial por los pobres, los marginados, los enfermos que sufren. Hoy, el Evangelio de Mateo nos presenta cuál debe ser la actitud de los seguidores de Jesús, de los cristianos: el amor a los enemigos, la no violencia, lo contrario a la venganza, el odio, la revancha.

En aquellos tiempos y en situaciones posteriores, había un principio jurídico de justicia retributiva, en el que se inspiraba la famosa ley de Talión, que se resumía en aquella frase conocida: ojo por ojo y diente por diente. La ley de Talión, de la que nos hablan los libros de la Biblia Éxodo, Levítico y Deuteronomio, supone una proporcionalidad entre el daño recibido en un crimen y el daño producido en el castigo. Es un límite a la venganza y se evita una respuesta desproporcionada por la venganza.

Hay una contraposición de la ley judía y las exigencias cristianas. El cristianismo no es una religión fácil. Se trata de convertir al enemigo en un hermano. Hay que renunciar al odio, al rencor. La ley cristiana supera el mandamiento antiguo que permite implícitamente el odio al enemigo: «Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo; yo os digo, en cambio, amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian».

El camino para llegar a la plenitud de la perfección es amar a Dios y a los hermanos; aún más: a los enemigos. Es un amor que no se limita al área de los amigos, alcanza también a los enemigos. Es un amor universal, un amor sin fronteras. Frente a un puro legalismo de los fariseos, Jesús nos habla de una actitud de amor, de la limpieza de corazón frente al mero cumplimiento de la ley. El amor es el termómetro que mide la profundidad de nuestro cristianismo.

El perdón es el ingrediente fundamental para la convivencia pacífica. Es la alternativa a la desesperanza. El rencor engendra el odio y la venganza. Las claves de una buena convivencia son olvidar la venganza, perdonar el agravio, superar la ira, compadecerse y vencer el rencor.

La no violencia es aquella espada que corta la raíz de la maleza sin herir a nadie, alumbrando a todos.

Nos recuerda Martin Luther King: «Hemos aprendido a volar como los pájaros, hemos aprendido a nadar como los peces, pero no hemos aprendido todavía a vivir como hermanos».