Esta vez voy a hacerlo a la inversa. Como milito en las filas de los contrarios al archisilabismo (esa costumbre que propagan en alianza algunos medios de comunicación y tantos políticos, consistente en alargar sin sentido las palabras, en decir «experimentación» en lugar de «experimento», o «programación» por «programas», o «residencializar», o «complementariedad»), me dispongo a darles armas a los requetearchisilabistas, pero armas que carguen mal y disparen peor, armas que son palabras elongadas sin necesidad alguna, palabras ridículas, inexistentes, por si o bien comprueban su tontería al verlas o bien acaban usándolas y así se ponen aún más en ridículo, como clama nuestro jefe de filas, el catedrático Aurelio Arteta, en su lucha contra las sílabas de más.

Se avecinan elecciones y con ellas mítines y propaganda, sedes ambas por excelencia de archisílabos, cobijo de voces desmesuradas a lo largo. Pues bien, aconsejo a los señores candidatos que no digan, por ejemplo, «paralización» de las obras. Nada de eso, pronuncien y escriban «paralilizacización», acusen al adversario de «paralilizacizar» las obras, la longitud importa, amigos míos, y ese pedazo de palabro causará enojo, ira e inquina hacia el partido contrario en las masas de votantes, porque, si «paralizar» obras está mal, ¿quién va a dar su confianza a un «paralilizacizador» de obras? Además, se tarda tanto en decir «paralilizacizar» que hasta da la impresión de que la paralización de las obras va para muy largo.

Sigo aconsejando (contrátenme como asesor, precios especiales a grupos minoritarios). No hablen nunca de «presentar candidaturas», que son ustedes unos antiguos. Sostengan, por el contrario, que va a efectuarse pronto la «presentalización de las candidaturías», anuncien al pueblo soberano que pronto va a conocer a quienes «candidaturan» o «candidaturizan», pues ya que su especialidad es decir mucho para no decir nada, añadir muchas sílabas para menguar conceptos, seguro que pica algún indeciso con tamaña tontería y les da su papeleta. Olviden mostrarse a favor de la «educación»: con cuatro sílabas de nada no nos comemos un voto. Sustituyan el término por «educacionabilidad», ganen otras cuatro sílabas, digan que la «educacionabilidad tenderá a sobresalientizar al conjunto de la alumnalidad para, en base a la superabilidad de posturaciones preteritalizadas, poner en valor la erradicacialización de resultarismos desaprobabilizados». Y díganlo con «rigorismo», incluso con «rigoribilidad», con voz «clarilizada» y «potencializada».

Recójanlo así no los medios de información, sino los medios «informacionales», que procurarán la «informacionalidad» de todo lo «informacionalizable», para ser «consecuenciales» con la moda. Pueden llevarse, por qué no, todas esta bobadas a las páginas de deportes: ¿no molaría mazo, no sería de alucinar, no fliparía dejar ya de una vez de alabar los goles de El Guaje para cantar su «goleabilidad», para gritar que el de Tuilla acaba de incrementar su «capacitividad goleabilizadora»? De ese modo, al leer las crónicas (mejor sería al «lecturar» las crónicas o tras la «lecturización» de las crónicas) hasta un golito metido con la oreja sin querer parecería una «hazañabilidad». En fin, suprímanse las palabras que servían para comunicarnos, archisilabeémonos todos en la barbarie final, pásense a situación de retiro los vocablos significantes. Pero ¿qué digo «retiro»?, vaya nivel más bajo que tengo, ustedes perdonen: pásese nuestra lengua común a situación de «desavantización» y sustitúyase por esa vaciedad insulsa, insípida, horrible y archisilabista que hoy prima, o sea, por la «insulsabilidad insipidadizante horribilizadora» y mentecata.