Al final, Obama, premio Nobel de la Paz, ha hecho lo mismo que hubiera ejecutado Bush junior: localizar al enemigo público número uno de EE UU, ponerle el nombre de un indio apache y ejecutarlo. Puede que tuviera razón Clemenceau cuando afirmó que EE UU es ese país que ha pasado de la barbarie a la degeneración sin atravesar la etapa intermedia de la civilización, pero tampoco debe obviarse que aquel estadista francés fue el que colocó el explosivo cepo a Alemania en el Tratado de Versalles, caldo de cultivo de la II Guerra Mundial. Después de todo, Estados Unidos se lleva la fama, pero Francia ha velado de tal modo por sus intereses internacionales que ninguna de las recientes intervenciones occidentales en África, Libia incluida, ha carecido del sello imperial que ahora mismo encarna Sarkozy.

Al menos, mientras Barack Obama presenciaba la caza de Bin Laden, el vicepresidente de la nación, el cristiano Joe Biden, hacía correr las cuentas de un rosario entre sus dedos. En consecuencia, ha sido una ejecución piadosa, además de aliento de consuelo para los familiares de las víctimas del 11-S, como se ha ido comunicando en las horas siguientes.

Después sucedió lo del enterramiento del cadáver en el mar, una clara contradicción en los términos, pero evidente argucia disfrazada de funeral musulmán para evitar la creación de una Meca del fundamentalismo alrededor del cuerpo del terrorista saudí. Hay que reconocer que cuando a EE UU le salen bien las cosas, las remata hasta el último detalle. Y, por último, el nombre de Gerónimo, que es el de un enemigo interior en tiempos de la barbarie (Bin Laden fue amigo exterior de EE UU antes de dedicarse a la barbarie). Gerónimo, sucesor de Cochise, acabó no obstante convertido al cristianismo y exhibido en la Exposición Universal de San Luis (Misuri), en 1904. Pese a esta hábil transformación en espectáculo de un revoltoso y pese a que gracias a él tuvimos la película «La diligencia», de John Ford, Clemenceau todavía dirá que EE UU no ha conocido la civilización. Por cierto, aún se busca la calavera de Gerónimo, un fleco causado por no arrojar su cadáver al golfo de México.