Hace poco más de dos años y desde esta misma tribuna nos interrogábamos sobre la tradición ideológica y mitológica en la que habría que incardinar la política del presidente de los EE UU, Barack Obama (LA NUEVA ESPAÑA, 27-3-2009). La reciente operación bélica que ha acabado con el «villano» Bin Laden viene a darnos la razón en lo que nosotros presentábamos de forma programática y a modo de conjetura desde las coordenadas del Materialismo Filosófico. Y es que la herencia de la «frontera» cabalga de nuevo porque nunca ha estado ausente en la Nematología del imperio USA.

Ésta, la idea de frontera, vertebra una nebulosa ideológica no exenta de componentes teológicos. De ahí la importancia de la «operación Gerónimo», nombre en clave del operativo e incursión contra el líder de Al Qaeda. Y es que nada es circunstancial, pues el orden de la razón universal no hace nunca nada en vano. La razón de la fuerza se impone en el mundo de los hechos políticos frente a la fuerza de la razón individual. Hegel gana y Kant pierde, y quiéranlo o no los progres biempensantes de la corrección política española, la filosofía de Gustavo Bueno es certera porque permite reconstruir y explicar todo esto.

Entienda el avisado lector que no estamos hablando de forma oscurantista, pues lo que queremos expresar es lo siguiente: Obama, cual «capitán búfalo» y como aquellos duros soldados negros del 9.º y 10.º regimientos de Caballería que forjaron la mitología del Far West, se ha comportado como buena parte de la población de su nación esperaba. Y esto va mucho más allá de unos cálculos electoralistas para remontar las encuestas, dadas las nefastas consecuencias de la crisis económica mundial. Frente a la seca materialidad del determinismo economicista, que nos muestra el hecho incontestable de unas tasas de desempleo creciente en gran parte de Occidente, el espíritu de un pueblo llano que clamaba venganza tras el 11-M se ha visto saciado. Y esto es un atentado contra la ética, pero los atentados contra la racionalidad ética conforman muchas veces la dimensión política y mitológica de naciones e imperios. La contradicción en el seno de la razón, al igual que la guerra, es el padre de todas las cosas, como sabía el viejo Heráclito y con él Platón y Hegel. Si hubiese sido Bin Laden el que hubiese liquidado al «villano» Obama tendríamos que razonar igual, lo cual no es ningún consuelo para un hombre piadoso que también confraterniza con Pascal, Kierkegaard o Unamuno.

Como si se tratase de un guión de Hollywood, Obama ha sacado la recortada y el «pacificador del 45» y se ha hecho el duro en el O. K. Corral que hoy es un mundo global y local ayuno de toda armonía. La nueva Tombstone: una globalización cada vez más sanguinaria y vengativa. Y todo esto por si alguien pensaba que era un blandengue y que como el que «remienda los zapatos de nuestra maltrecha España» estaba prisionero del Pensamiento Alicia y del síndrome de pacifismo fundamentalista. Los mitos que nutren las ideologías se alimentan con sangre desde mucho antes de que el sheriff Bush, cual vigilante Gran Hermano, colgara en la ciudad global el cartel de «Wanted» («Se busca»).

Como cuestión curiosa, pero relevante desde la perspectiva de la mitología imperial, el que a la operación se la llamase «Gerónimo» obedece al hecho más que simbólico de que los Estados Unidos persiguieron al líder apache por tierras de México sin pedir ningún permiso, pero con la connivencia política de los territorios del antiguo imperio español. Exactamente igual que ahora, cuando supuestamente se ha aparentado violar el espacio aéreo de Pakistán. Los norteamericanos reproducen la historia para perpetuar sus mitos y reproducen sus mitos para perpetuar su hegemonía militar mundial. Y esto a pesar de su endeudamiento con China, el nuevo imperio emergente, y precisamente por ello.

Éste es el mundo real: la fusión entre mitos, historia e ideología formando un «ménage à trois» complejo, difícil y arriesgado. Podría ser un guión de una pésima película de Bruce Willis repartiendo mamporros o del también antihéroe Rambo que ya no siente las piernas. No es para tomárselo a broma, pues la trama de la operación llevada a cabo por el «capitán Obama» responde a pies juntillas al guión que John Ford pensara para «Río Grande» (1950), cuando el teniente coronel Kirby York (encarnado por John Wayne) entra en México con su tropa para acabar con los apaches. Ford pensó dicha película ya mítica en clave anticomunista y para congraciarse con el general McArthur, en los tiempos en los que el director e ideólogo cineasta colaboraba como propagandista en la lucha en Corea. Y así ahora Obama «ha vuelto», aunque los villanos del filme no son los indios indómitos ni la amenaza del comunismo internacional. Cuando cualquier ciudadano de los Estados Unidos llena el depósito de gasolina de su coche, supongamos que a un precio por litro tres veces más barato que en Europa, entiende todo esto por la vía de la representación emocional. Por esto, entre otros muchos factores, es necesario (en el sentido que Espinosa, Hegel y Marx dan a la idea de «Necesidad») acabar con Al Qaeda y la desviada teología aristotélica del «Entendimiento Agente» que preside la Yihad. Y esto es lo que en España no pueden comprender Zapatero y sus acólitos, y de ahí la sustantificación de la falsa conciencia como forma de alienación y de política engañosa. Por desgracia no hay armonía entre culturas cuando pensamos en el orden de la economía y en la economía del orden que sostiene en difícil equilibrio a imperios que a la vez generan y depredan.

Por eso hay que preguntarse ¿qué político que no sea un necio, y que no reconozca las complejas contradicciones existentes entre ética, moral y política, se atreverá a invocar a un Garzón celeste que encause a Obama por haber perpetrado tan sanguinaria venganza? Porque lo cierto a día de hoy es que la «capa cortical» estadounidense -Poder Ejecutivo, CIA, Pentágono, Ejércitos, cuerpos militares de élite, etcétera- ha actuado como el citado guión de Hollywood. Ahora tienen que tratar de no convertir al personaje Bin Laden en una estrella del «Star System», es decir, en un numen de la poliédrica religión islámica, o, lo que es lo mismo, en otro Che Guevara o Barrabás (por no decir Jesucristo).

En todo caso, encarecemos al lector interesado en aprehender todo esto por vía emotiva y racional, y más allá de mis frías explicaciones filosóficas, que vea «Río Grande», de Ford, escuche «La cabalgata de las valquirias», de Wagner según aparece en «Apocalypse Now» (1979), de Coppola, y lea con atención la obra de Bueno «La vuelta a la caverna. Terrorismo, guerra y globalización» (2004).

Las espadas están en alto, pero de momento Obama ha sacado pecho como el mítico sargento negro que interpretara en el celuloide Woody Strode en «Sergeant Rutledge» (1960). La película de Ford que construyó por primera vez hace cincuenta años un héroe afroamericano belicoso de proporciones portentosas. Nosotros lo hemos estudiado en nuestra tesis, que en breve saldrá como libro titulado «Ford y el Sargento Negro como mito. (Tras las huellas de Obama)», y es que así se escribe la historia? así se escriben los mitos.