Imagínense al Tribunal Supremo de los EE UU discutiendo si Abu no sé cuántos, destacado agente de Al Qaeda, puede o no puede presentarse a las elecciones de senador por Nueva York, para decidir, al final, que sí, y que ese veredicto fuese aceptado por las instituciones y los ciudadanos, y que los comandos SEAL, con los brazos cruzados.

Imposible de todo punto, ¿verdad? Pues exactamente eso mismo acaba de ocurrir en España y nadie, o apenas, dice nada o mueve un dedo.

La ETA ha alcanzado sus últimos objetivos porque la decisión de un tribunal político -un imposible que aquí, sin embargo, es realidad- con mayoría socialista supone la legalización de la banda -la verdad es que sus peores criminales, De Juana Chaos, Ternera o Troitiño llevan tiempo por la calle partiéndose de risa- y su discurso de liberalización de un país sojuzgado por una potencia extranjera ¿Que no es así? Pues entonces, a ver cómo es que se aceptan las listas electorales de la ETA.

El proyecto de acabar con España es muy antiguo, pero desde el 11-M se ha acelerado extraordinariamente, y ahora puede decirse que somos un Estado fallido camino de la desaparición total: constantes insultos al himno y a la Corona, persecución al idioma español en un tercio del territorio nacional, sucesivas declaraciones de independencia incluso de presidentes de comunidades autónomas, cinco millones de parados, corrupción a mansalva y estrecha amistad con los peores dictadores del planeta. Lo dicho, un Estado fallido en trance de desaparición.

Y en Asturias, qué quieren que les diga: ciento treinta funcionarios tienen empresas que trabajan para el Principado socialista. Lo anoté hace ya tiempo, aquí tendría que plantearse un macrojuicio como aquellos de la mafia, con cientos de acusados -del régimen, claro- en una inmensa jaula.

Vivimos en una astur Albania corrompida dentro de una Expaña que se esfuma. No tengo palabras: Dies irae.