«Es inútil callar la verdad. Todos estamos mintiendo al hablar de regeneración, puesto que nadie piensa en serio en regenerarse a sí mismo». (Unamuno en 1898).

Javier Fernández viene hablando desde la campaña electoral de la obligatoriedad de transparencia en la vida pública, y predica con el ejemplo mostrando su voluntad de hacer públicos sus bienes, así como los de su familia. Acerca de su integridad moral no tengo la más mínima duda. No puedo entender, sin embargo, que el líder de la FSA no vea la necesidad de una regeneración política en Asturias, tal y como le contestó a Cascos en el debate de investidura. Me gustaría saber qué opinión le merece al dirigente socialista que cada vez haya más profesionales de la política que no tienen un destino laboral al que regresar. Por supuesto, que esto no se refiere sólo a su partido, pero no le es ciertamente ajeno. También desearía conocer si considera un paradigma de transparencia al señor Marroquín, cuando puso algo más que reparos a declarar sus ingresos (públicos) ante el Parlamento asturiano.

Por otro lado, cuando salió a la luz el «caso Riopedre», no pude no recordar un episodio que me llenó de ira y bochorno. En un pueblo de Tineo, llamado los Semellones, se cerró una unidad escolar, incomodando a los niños de esa localidad y a sus familias. Pues bien, una Consejería de Educación, administrada políticamente por la izquierda plural y transformadora, tomaba ese tipo de decisiones, mientras que los desvelos del entonces responsable político de aquello tenían muy poco que ver con los postulados, no ya de la izquierda, sino simplemente de la decencia y el decoro.

Se puede argüir que don Javier no era entonces el responsable político del Gobierno asturiano, ni tampoco de sus altos cargos. No obstante, se trataba de un Ejecutivo de su partido cuyo máximo dirigente en Asturias era el señor Fernández. Tampoco cabría hablar de que, desde el momento en que fue cabeza de lista del PSOE en Asturias, diese comienzo una nueva etapa, pues incluyó en esa lista en lugares de privilegio a personas muy vinculadas al arecismo. Otra gran oportunidad perdida para desmarcarse.

Tampoco es fácil de digerir, ni siquiera para destacados militantes de su propio partido, la política del PSOE astur con respecto a Oviedo. ¿Cómo se explica que la señora Sainz repitiera como candidata del PSOE a la Alcaldía de la capital, tras sus apuestas fallidas, por ejemplo sobre la parcela del Vasco y tras sus sorprendentes tropiezos con el idioma, tratándose de toda una directora de formación? ¿Hay modo de justificar, por otro lado, lo que viene haciendo el señor Carreño tras la dimisión de doña Paloma? ¿Es de recibo que don Alfredo quiera hacer de intermediario ante un asunto que tiene como responsable político al primer edil de Vetusta? ¿Es más de izquierdas Gabino de Lorenzo que Arturo González de Mesa?

En otro orden de cosas, resulta obligado referirse a su decisión de no presentarse como candidato a la Presidencia del Gobierno asturiano. Innegable es que entre FAC y el PP hay una mayoría holgada. También se tiene constancia de que el PP, según algunas declaraciones, no estaba dispuesto, ni por activa ni por pasiva, a que gobernase el PSOE en Asturias, pero siempre nos quedará la duda. Verdad es que apoyarse en la hipotética abstención del PP para presidir el Ejecutivo autonómico hubiera supuesto un asentamiento sobre unas punzantes bayonetas discursivas. Sin embargo, tengo para mí que pesó en alguna medida su falta de sintonía con IU. Éste es, según creo, uno de los rasgos más diferenciadores de Javier Fernández con respecto a Areces, así como su jacobinismo que va asociado indefectiblemente a la escasa simpatía por una política lingüística que se decante por un apoyo inequívoco hacia el asturiano. No es que su predecesor fuese un entusiasta de la llingua, pero, sin haber promovido avances significativos, no mostró beligerancia hacia ella, al menos en público.

A la hora de criticar el discurso de Cascos, Javier Fernández demuestra tener conocimiento de nuestra historia cuando apunta el reaccionarismo de Vázquez de Mella. Sin embargo, pasa por alto, y seguro que no es por ignorancia, que la irrupción en la escena política española de Melquíades Álvarez tiene mucho que ver con el bipartidismo entonces agotado de la Restauración canovista. El reformismo de Álvarez, al que reivindicaron Cascos y Sostres, está íntimamente ligado al regeneracionismo, regeneracionismo que también vive tiempos de efemérides no sólo porque en el mes de febrero se cumplió el centenario de la muerte de Costa, sino también porque el próximo año tendrá lugar otro centenario: el de la fundación del Partido Reformista de Melquíades Álvarez, que, en Asturias tuvo un periódico muy afín, el diario «El Noroeste», de Gijón, donde escribió sus primeros artículos Fernando Vela a partir de 1913, que, entre otras cosas, defendía una idea de Asturias que colisionaba precisamente con los planteamientos de Vázquez de Mella. Asimismo, el líder de la FSA no parece encontrar paralelismo alguno entre aquel bipartidismo de principios del XX y el actual, tanto en España como en Asturias, aunque las coincidencias parezcan muy llamativas. Bien estaría conocer su argumentario al respecto.

Así pues, Javier Fernández niega en el presente la necesidad de regeneración política en Asturias, al tiempo que obvia su significado histórico. Así pues, desde su jacobinismo, combate todo regionalismo y nacionalismo, no sólo en contra de Cascos, sino también en contra de más de una federación de su federado partido socialista. Es aquí donde la polémica está servida y puede ser muy interesante, pues el líder de la FSA es, si se lo propone, brillante en sus discursos. De su voluntad depende, pues, que pueda haber debates esclarecedores en el actual momento político que vive Asturias.

¿Se apunta, don Javier?