La calle Wirtz 60 es la entrada del Parlamento europeo. Por ella pasan diariamente miles de personas, entre diputados, funcionarios, asistentes, ministros, empresarios, sindicatos, académicos, estudiantes, científicos, curiosos, etcétera. Una variada muestra de la muy plural Europa.

A través de esta columna cruzarán ustedes dicha puerta y sabrán de las discusiones, debates y propuestas que constituyen el procedimiento legislativo europeo. Más del 80 por ciento de las normas que rigen nuestra vida emanan de las instituciones comunitarias.

Por ejemplo, se avecina el debate entre libertad de descargas en internet y protección de los derechos de autor, sobre el que los eurodiputados tomaremos postura.

Los derechos de autor y la protección de la propiedad intelectual son aportaciones genuinamente europeas que se remontan hasta la Revolución Francesa y al Convenio de Berna de 1886. Ambos se basan en el principio de limitación de territorialidad, por el cual un derecho subjetivo sólo existe dentro del territorio donde está vigente el sistema legal que lo originó.

La crisis del modelo de protección llegó con el incremento exponencial de la velocidad de descarga en internet. Una red global sin límites geográficos ni fronteras anula el principio de la territorialidad. Los consumidores acceden instantáneamente a un mercado gratuito e ilimitado, mientras que la protección legal de los derechos de autor sigue fragmentada. Esto daña a los creadores de contenidos, cuyo valor comercial cae a cero. El pirateo se convierte en norma y tiene apoyo social.

Lo que hasta ahora era una infracción masiva de los derechos de autor en materia audiovisual se ha convertido para España en un serio problema al generalizarse la descarga gratuita de libros (la industria editorial española es la más pujante de Europa).

¿Hay soluciones a este conflicto entre libertad en la red y protección de derechos?

Hasta ahora, el castigo previsto en las leyes francesas o españolas, o el desarrollo de una oferta legal con precios más bajos que los actuales o tal vez una combinación de ambas.

Lo mejor sería organizar un mercado único digital sobre la propiedad intelectual que evite la actual fragmentación, acompañado por medidas de concienciación ciudadana y antipirateo. Es urgente actuar. La creación es una seña de identidad europea, de igual manera que la copia lo es de China, y aquí queremos autores, no copistas. Y los piratas, al Caribe.