Una experiencia sumamente irritante de la actual crisis es la de contemplar cómo los altos ejecutivos de las grandes corporaciones ganan siempre, aunque los accionistas se arruinen y los empleados pierdan su trabajo por miles. Los que mandan cobran sus sueldos millonarios en todos los casos, y si la empresa remonta un poco tras un batacazo, encima les pagan un bono extraordinario. En el peor de los casos, si les echan por ineptos, perciben un blindaje que solucionaría la vida a cien familias modestas Se echa de menos que estos personajes compartan el mismo riesgo que los actores tradicionales del hecho empresarial: capital y trabajo. Y que, como los verdaderos empresarios, la ruina de la empresa conlleve su propio quebranto económico. Como titular de un plan de pensiones con una parte en renta variable, es decir, como accionista indirecto de las grandes empresas cotizadas, me gustaría que quienes toman las decisiones en ellas se perjudicaran cada vez que me perjudican. Quizás así andarían con más prudencia por la selva de las finanzas.

Por ello no me disgusta saber que César Alierta, presidente de Telefónica, ha apostado su dinero a que las acciones de la empresa van a experimentar una fuerte subida durante los próximos tres años. Alierta ha adquirido opciones sobre diez millones de acciones que sólo le darán dinero si en 2014 cotizan a más de 18 euros. Esta semana han llegado a un mínimo de 12,5 euros, por lo que su apuesta es una revalorización del 44% en 33 meses. Más de dos años y medio para recuperar lo perdido en los últimos cuatro meses, ya que Telefónica bajó de los 18 euros en mayo.

Les cuento cómo funciona lo de las opciones sobre acciones. Un vendedor (Telefónica) acuerda con un comprador (Alierta) que en una fecha determinada (24 de junio de 2014) le venderá un cierto número de acciones (10 millones) a un precio fijado (18 euros). Es un compromiso que sólo obliga al vendedor; el comprador puede desdecirse llegado el momento. Como compensación a esta desigualdad de compromiso, el comprador paga una cantidad fija, o prima, que supone un beneficio seguro para el vendedor. Si llegada la fecha acordada las acciones cotizan por encima del precio acordado, el comprador paga este último, y la diferencia es lo que gana. Si cotizan por debajo, no ejecuta la compra y pierde la prima que pagó en su momento, y que en el caso de Alierta ha sido de 0,28 euros por acción. Es decir, que el presidente de Telefónica arriesga 2,8 millones de euros en la operación.

No es la primera vez que Alierta hace estas apuestas. En 2007 y el 2008 jugó y perdió, ya que en ambos casos las cotizaciones cayeron, arrastradas por el bajón general de los mercados. Pero al apostar 2,8 millones en la empresa que dirige, demuestra una gran confianza en ella y en su propia capacidad directiva, despierta admiración, consolida su posición como presidente y envía a los mercados un mensaje que puede ser positivo para la cotización, lo que, a su vez, mejora el valor de su propio y abultado paquete de acciones. Como objeciones se le podría poner que los juegos con opciones buscan grandes beneficios con relativamente poco riesgo, y que cuando se trata de altos directivos, pueden estar tentados de hacer una gestión que prime el valor en Bolsa por encima de la solidez de la firma.