La verdad, nunca creí que Cascos se fuese a equivocar con el salmón. Pues resulta, sin embargo, que pescadores de toda España están que trinan con el Gobierno regional, que quiere eliminar la pesca sin muerte después de que los ríos asturianos se hubiesen repoblado tras las medidas de gracia. A juzgar por lo que ha pasado en sus primeros cien días, se podría decir que el presidente del Principado no ha dado una a derechas, ni tampoco a izquierdas. Pero no seré yo quien lo diga, simplemente me limitaré a hacer constar un hecho, como solía recalcar Guillermo Brown, aquel personaje literario de la infancia producto de la imaginación de la escritora Richmal Crompton.

Los salmones son sólo un ejemplo pero revelador de un pescador dispuesto a lanzar la caña esperando que piquen cuantos más mejor en esta aventura en que se han embarcado los asturianos y de la que seguramente se estará arrepintiendo ya más de uno. Con esto no quiero decir que los socialistas que le precedieron no quisieran todos los salmones de los ríos para ellos, pero lo preocupante en Cascos es este afán por pescarlos todos aquí y allá de una sentada, como si el cebo se le fuese a acabar tras los cien días de gracia. O de desgracia, depende como se mire.

¿Picarán los asturianos una vez más como Cascos está dispuesto a que piquen los salmones? Es decir, sin remisión. ¿Quién lo sabe? Cuesta adivinar hasta dónde alcanza la fe del hombre, pero las señales que ha emitido este Gobierno personalista en el poco tiempo que lleva al frente de la nave no invitan a hacerse ilusiones sobre lo que nos puede deparar Foro con una hipotética presencia en Madrid.

Lo de pescar en aguas revueltas va con los pescadores que quieren obtener ganancias fáciles, pero no así enredarse tan rápido con el sedal de manera que los ríos se queden sin salmones y los asturianos, con la sensación de que les ha fallado el hombre que, bajo el signo de la experiencia, llegaba a resolverles la vida. Y que les ha fallado, además, por llegar a destiempo a los problemas de Asturias y sin maldita gana de entenderse con nadie.