Si hablamos de hormigón y de acero inmediatamente pensamos en algo firme, resistente y hasta indestructible. Pero el aguante de estos materiales, utilizados como soporte artístico, no asegura la conservación de una obra de arte más de lo que puede hacerlo un papel.

Básicamente porque destrozar una obra de arte y su mensaje es extremadamente fácil.

Han bastado un par de brochazos de pintura para que los monolitos de hormigón armado que componen la escultura «Génesis», ubicada en los jardines del paseo de Begoña, hayan perdido totalmente su entidad artística. Si a esto sumamos los rótulos anunciando la autorización del uso de esta zona como WC canino y el arrasamiento de la vegetación propia de la pieza tenemos un cadáver escultórico que ni por asomo concuerda con la concepción inicial planteada en 1992 por Joaquín Rubio Camín, de quien pronto se cumplirá el cuarto aniversario de su fallecimiento, y que él regaló a Gijón.

Esta escultura es patrimonio municipal, al igual que la maqueta y bocetos que precedieron a su creación, y que son actualmente parte de los fondos que atesora el Museo Casa Natal de Jovellanos, y en ellos puede verse que esta pieza se concibió formada por dos elementos llamados a entremezclarse y complementarse: los citados módulos de hormigón y la vegetación que debía rodearlos completando la pieza incluyendo, si no me equivoco, un ciprés que emergía del centro del conjunto.

Desde hace apenas un par de meses otra escultura de Camín creada en 1990, «Espacio exterior», realizada con sus característicos perfiles de acero y hasta ahora ubicada en el vestíbulo de la estación de largo recorrido de Renfe en La Braña, está en peligro. Esta pieza, concebida para ubicarse en un espacio cubierto contradiciendo a su título, está ahora emplazada fuera de la estación provisional de ferrocarril y, por consiguiente, queda expuesta a la lluvia, la contaminación y el salitre. Si bien el material de soporte es ciertamente resistente, los cortes, pliegues y soldaduras aplicados para darle forma escultórica son puntos especialmente sensibles a la corrosión hasta el punto de que es muy probable que esta creación no sobreviva en tal emplazamiento más allá de una década. Sin que sirva de consuelo, tampoco puede decirse que la obra de Camín esté gafada ni puede acusarse a nadie de tenerle especial manía: el abandono de nuestro arte público -y duele especialmente que lo sea y esté así- no conoce nombres ni preferencias y cuenta desde hace más de un año con otra obra de arte contemporánea, el «Cubo» de Alejandro Mieres realizado en 1995 en la plaza de El Humedal, en un total abandono que igual no tardará en ser desaparición definitiva. Por cierto, está elaborado con acero inoxidable y vidrio, materiales perdurables pero también frágiles tras ser convertidos en arte.