El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se despide del cargo y cierra ocho años desastrosos con un estrambote tremendo al indultar al número dos del Banco Santander, Alfredo Sáenz, condenado a seis meses de cárcel.

Ya era inverosímil que Sáenz siguiese en el cargo después de esa sentencia, pero lo de ayer redondea la jugada. Y aún nos extrañamos de que los mercados desconfíen de las finanzas españolas si el consejero delegado del mayor banco del país es condenado y sigue en el cargo como si nada. La prima de riesgo es bajísima si se considera un hecho tan grave.

La jugada de Zapatero redondea el perfil del personaje, un señorito que siempre ha hecho política para los poderosos mientras inundaba de demagogia a las clases populares. Un señor que llenó los bolsillos de los grandes capitalistas españoles, por ejemplo con extraños juegos de manos a cuenta de las energías limpias y otras comedias y que se va con un perdón que negaría a cualquier otro en esas mismas circunstancias, salvo que tuviese el dinero y el poder del señalado.

La verdad es que no se entiende cómo el PSOE ha perdido sólo cuatro millones y medio de votos en las elecciones del pasado domingo. Lo digo porque de estas han hecho ya muchas y las que harán cuando vuelvan a golpe de huelgas generales encadenadas.

No se entiende cómo los desheredados de la fortuna, que se decía antes y habrá que reactualizar, pueden confiar en semejante partido, donde se las gastan siempre a favor de los millonarios y poderosos y anuncian sus cacicadas, como ocurrió ayer, por boca nada menos que de Pepiño Gasolineras, que tiene aún la cara de salir en una rueda de prensa en la Moncloa a dar no sé qué explicaciones.

Pobre España, si el ministro portavoz del Gobierno es un tipo como Pepiño Gasolineras, desgraciada España, donde se indulta por que sí a los ricos más ricos y se maltrata hasta el hambre a los pobres.