Si usted hace esa pregunta a cualquier ciudadano, a cualquier político, a cualquier gestor gubernamental, la respuesta es: «Todos queremos que se acabe la obra, aunque sólo sea por no escucharos». No dudo que tanto Riopedre, como Sastre, como ahora Álvarez González tuvieran el mayor interés en que la obra del Jovellanos finalizara. ¿Qué pasa entonces? ¿Habremos de esgrimir, como acaba de hacer la nueva consejera, que es un problema de mala suerte o que se trata de un gafe?

No creo que sea mala suerte; sí desidia, sí dejadez, sí falta de seguimiento de los asuntos e incapacidad para hacer que los servicios públicos funcionen democrática y adecuadamente.

Desde hace cinco años venimos escuchando de cada uno de los tres consejeros, de cada uno de los tres directores generales y de cada uno de los tres jefes de servicio el mismo argumento, «problemas técnicos»; la misma receta, «paciencia»; las mismas justificaciones, «vais a tener el colegio más guapo de Gijón» o «con la que está cayendo»?

Qué paciencia van a tener los escolares y las familias que empezaron en 1.º de Primaria y que como las mariposas monarca van a cumplir todo un ciclo sin alcanzar el destino de ver el nuevo Jovellanos, y eso que no aceptamos la emigración al extrarradio como pretendía el gobierno municipal en aquel momento.

Quién o cómo se va a indemnizar a esas familias que llevan años esperando el comedor escolar y a quienes se les aseguró que esta vez sí, que en enero disfrutarían de este servicio. Qué paciencia puede tener el profesorado, que año tras año, mes tras mes, se desayuna con noticias que desequilibran la vida del centro, qué paciencia podemos tener con un patio nuevo y encharcado de obra en el que no se puede desarrollar otra actividad deportiva que no sea el waterpolo y en el que en cualquier momento puede suceder una desgracia por su absoluta inseguridad.

Por qué la permisividad o el favor gratuito a la empresa constructora Acciona que durante nueve meses paralizó la obra hasta que obtuvo más de medio millón de euros en concepto de modificado, que no tuvo reparos en volver a paralizar la obra en verano por el impago de una factura a la Empresa Municipal de Aguas por valor de 3.000 euros -que ahora la EMA pretende endosar al colegio-, por qué se le permite aplazar al menos dos meses el final de la obra -no hay ninguna garantía de que se cumpla ese plazo, ya que la propia Consejería afirma «si no surgen nuevos problemas técnicos».

Sin embargo, no es momento de lamentaciones, he aquí un posible itinerario para dar por finalizada esta pesadilla:

Señora consejera: Tome el timón de su nave, póngales el mono de trabajo a sus técnicos y a la empresa Acciona y a trabajar a tres turnos, como dice el eslogan del señor Cascos. El 1 de febrero queremos el nuevo colegio y ¡amueblado!

Señora alcaldesa: Cumpla la palabra que nos dio en el colegio durante la campaña electoral y exija a la Consejería el final inmediato de la obra.

Señores concejales: Pronúnciense públicamente y realicen una resolución de los cuatro grupos exigiendo la finalización de la obra (no debía de estar tan desencaminada la concejala de IU, Libertad González, cuando en agosto hacía una referencia al Jovellanos en el primer Pleno municipal).

Señores diputados: Exijan al Gobierno el cumplimiento en la ejecución de la obra del Jovellanos.

Organizaciones sociales y sindicales: arropen una vez más a la castigada comunidad del Colegio Jovellanos.

N. B.: Libro recomendado para estas Navidades: «El vuelo de la monarca», de Julio Rodríguez.