La fiesta de Navidad está construida sobre la nostalgia, pero ¿nostalgia de qué? Es la nostalgia de la infancia y de la infancia perdida. Pero hay algo más. Si nos fijamos en las decoraciones, las representaciones; las figuras simbólicas que se usan durante estas fiestas... todo hace referencia a paisajes invernales, a bosques de tierras lejanas; a historias entrañables de pueblos o ciudades cubiertas de nieve. Pero también cubiertas de un manto de nostalgia, de inocencia; como si el mal hubiese desaparecido del planeta y todos los duendes bondadosos de la tierra y del cielo y del mar y de los bosques salieran a compartir su espíritu con nosotros. Es como una magia que se pierde en la nostalgia.

En algún momento de Navidad solemos mirar al cielo con la impresión de que las constelaciones están en orden y que la vida con todas sus pesadillas, al final, ha de ser un sueño feliz. La Navidad es reencuentro entrañable entre familias o entre gente que comparte afectos y cariño alrededor de la cena o a la comida; todo ello junto con la sorpresa de los regalos; y la noche mágica de Santa Claus o Reyes viajando por el cielo de todo el mundo. Hay celebración religiosa al atardecer o en la medianoche. La Navidad es una fiesta cristiana, pero su significado abarca mucho más. Es una fiesta del espíritu; de la imaginación; de la inocencia; de la profunda nostalgia de algo que a pesar de que no pudo ser en el presente y pasado, sin embargo, está ahí en cualquier rincón del planeta; del cosmos o más allá del cosmos. Es la promesa de un reino aquí en la Tierra, pero una tierra transformada; transmutada en buenos sentimientos, en juego, y en nobleza que ya nadie podrá perturbar.

La Navidad es una fiesta cristiana que, sin embargo, recrea una espiritualidad gnóstica compatible con todo el mundo. El mundo presente con sus conflictos, sufrimientos y anhelos se ve desplazado y cubierto por momentos por una invisible atmósfera de un frío invernal que nos invita al calor hogareño alrededor de una mesa, con la familia; con los amigos. Dejemos que la Navidad siga siendo esa profunda y entrañable fiesta para todos.