Evidentemente, los cursis ya no son lo que eran. Antes, el cursi no hablaba de «gobernanza» ni «ponía en valor» un solar como ocurre actualmente. Tampoco «negaba la mayor». Digamos que la vieja cursilería, según Liniers y Silvela, se conformaba con el refinamiento expresivo en cuestiones amorosas o con poner al día ciertos remilgamientos, mientras alimentaba el álbum de los recuerdos con un mechón del pelo de la novia. Ahora, el cursi se ha doctorado en letras y, a tono con los tiempos que corren, hace carrera en la política.

La política, señoras y señores, está llena de cursis. Y eso no quiere decir que la cursilería no exista en otros ámbitos de la vida. Al revés, está muy extendida. Lo que pasa es que nadie dispone de una tribuna pública como los políticos para exhibirla y exhibirse. Gracias a ellos esa aspiración no satisfecha, a veces hortera, otras relamida, ha adquirido rango social e intelectual.

El ya ex presidente del Gobierno, Zapatero, no pasará a la historia como un cursi memorable porque antes tendrá que ser juzgado por otras cosas, pero le sobran méritos. A él se debe la famosa frase: «La tierra no pertenece a nadie, salvo al viento», pronunciada hace dos años. O aquella otra en la que se refería a su mujer: «En mi vida personal, lo que más me emociona es la mirada cómplice de Sonsoles».

Lo cursi es en estos momentos una categoría en sí mismo tras haber pertenecido al espacio íntimo del amor y los pétalos secos de rosa. Los cursis de ahora son partidarios del Siglo de las Luces y, tocados por la política, adquieren otra dimensión, incluso más patética. Por ejemplo, se puede tildar de cursilería el proceso que ha acompañado por parte de los políticos locales y regionales al Niemeyer desde la primera piedra hasta el cumpleaños del centenario arquitecto, no hace mucho, celebrado por las calles de Avilés, a miles de kilómetros de Copacabana, con luces como si fuese un velatorio ¿Qué eso se llama papanatismo? Vale, lo cursi, al tiempo que categoría pública, ha adquirido distintas caras. Es plural y diverso, también acorde con los tiempos.